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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



lunes, 9 de enero de 2012

Sobre

...el espacio, el vacío, la levedad, el blanco (o negro, no sé). Sobre _ .

Es curioso como se puede dar la situación de que con tan sólo 20 años hayas pasado ya la cumbre de tu existencia. Los psicólogos clasifican dicha cumbre como un momento en que el ser humano se da cuenta de hasta qué punto es intranscendental su existencia, dada entre los 27 y los 33 años más comúnmente, y es tras la cual se asientan las ideas y la personalidad del individuo, así como sus objetivos vitales. Es conocida como crisis de los 30 (para algunos de los 40), y también coincide con la edad donde más común es el suicidio. Me pregunto si se puede vivir la crisis de los 30 a los 20. Yo al menos no me puedo sentir ya más instranscendente, impotente y a la deriva.

Con todo lo que tienes, con lo lejos que has llegado tan joven, con la gente que te quiere... Y otras mil frases como estas se repiten cada vez que intento explicarle a alguien el origen de mi apatía con el mundo, de mis ganas de morir, de desprenderme de la pesada carga que supone tener que irse a dormir cada noche y darle mil ciento y una vueltas a la cama antes de atrapar el sueño pensando en todos los sueños que nunca atraparás. De qué sirve tener tantos estudios, viajar tanto, saber tantas lenguas, leer tantos libros, ver tantas películas y aprobar tantos exámenes si al final lo que te hace feliz en la vida te pasará un examen que no se puede aprobar ni con estudios, ni con viajes, ni con lenguas, ni con libros, ni con películas y se basa exclusivamente en lo rápido que es capaz de latir tu corazón para que la sangre no se te congele de tanto vértigo al ver su sonrisa aparecer tras la esquina. Y se puede escapar, así, sin más, porque con lo lejos que has llegado tan joven te has quedado demasiado cerca del cielo, has rozado el Sol con la yema de los dedos y ahora tus alas de cera se deshacen en el vacío.

Y así, te encuentras con veinte años dándole vueltas a un café que lleva veinte minutos frío, en medio de una cafetería en la que te has sentado de cara a la pared para no tener que ver al resto de personas sonriendo, pensando en cual será la forma menos dolorosa de morir, porque llevas tanto tiempo sin sonreír que en realidad la muerte intelectual ya se ha dado y no te asusta la nada, tan sólo el dolor que los últimos minutos puedan suponer para tu cuerpo inútil. Intranscendente. Sin objetivos vitales.