Como en un gran angular. Con todo ese espacio inútil. Huecos como el que queda entre la tercera y la cuarta costilla, a la izquierda. Entre comisura y comisura de los labios al sonreír. En las pupilas de una mirada muerta. En los días impares y lluviosos. Yo me quedé fuera de foco. Llega un momento en que te cansas de llenarlo todo con cieno y descubres que en realidad es una fosa sin fondo, como un agujero negro o un saco sin remiendos. Como un corazón carcomido. Que todo lo que entra por un lado, sale por el contrario. El tiempo pasa para todos, pero no lo suficientemente rápido. Sería más sencillo darle al interruptor y mandarlo todo a la mierda: Para esto no me hagas salir de casa. Me hubiera apañado yo solo y NO me hubiera dado cuenta de cuantas cosas me faltan para ser feliz. Para escalar. Para desmembrar ideales. Para volar en mil pedazos y olvidarme de todo y quemarme a lo bonzo en el cielo antes de morir a fuego lento. Aunque al fin y al cabo llevo bien la cuenta de lo que me falta, demasiado. Maldita memoria, malditos sueños. Ojalá estrellaran su nuca en el tacón de charol rojo de alguna puta barata y murieran sin tiempo para réplicas en una calle con olor a orines. Correrse en su pecho prefabricado mientras fuma tabaco del malo y acabar con toda la parafernalia y el carmín incendiado en la piel. Un último capricho para este condenado a vivir. Para mis cenizas. Para los tacones de la vida, si es que aún lleva. Hace tiempo que no la veo. No sé cuanto cobra ahora.
domingo, 14 de agosto de 2011
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