La triste melodía de un violín recorre la Calle de las Miserias a altas horas de la noche. En medio de la niebla, una figura en gabardina camina bajo la luz de la única farola que queda viva en aquel cementerio de pasiones. A paso ligero, el resonar de sus tacones sobre el empedrado rompe con el miedo que se engarza a la piel y se introduce por lo poros en aquél lugar. A lo lejos resuenan truenos y explosiones, es la banda sonora de la guerra. El frío cala hasta el alma y lleva en sus alas polillas negras, borrachos y otros seres de mal vivir que pueblan la zona. Todos quieren poseer a la figura en gabardina. Guardar el resonar de sus tacones en una caja de música, encarcelar el vuelo de su falda, capturar la fragancia de su cabello moreno recogido en un pulcro moño sobre la nuca. La figura gira en el punto más sombrío de la calle y entra en un local, uno de tantos, donde las viudas alquilan sus besos. Se dirije a la barra, deja un buen fajo de billetes y sube una chirriante y estrecha escalera de madera entre brabucones con pasados más gloriosos y putas con ínfulas de princesa. Al final del pasillo abre una puerta negra y, tras ella, hay una joven rubia tocando en una cama blanca un pequeño violín. La figura cierra la puerta y todo lo que hay fuera parece desaparecer. Es un pequeño cuarto sin ventanas con una cama a la que le falta una pata, un espejo con una esquina rota, una cómoda sin cajones, cuatro paredes con el papel rasgado y un candelabro al que le faltan dos brazos. El violín parece ser lo único integro en aquel lugar en el que hasta la joven rubia, extremadamente pálida, parece haber entrado en decadencia. La figura deja caer al suelo la gabardina y se muestra al reducido público como una mujer imponente. Sobre la cómoda deja una americana y una veretta junto a su munición. Se sienta en la cama, se suelta el largo pelo azabache y abraza a la joven, que deja de tocar el violín y pregunta:
-¿Ya has conseguido el dinero para curarme? ¿O aún no? ¿Hará falta que sigas matando? Si tienes que seguir haciéndolo, si tienes que seguir manchándote las manos de sangre prefiero morir...
-Cállate. Y sigue tocando toda la noche, por favor.
Con una lágrima rodando por su cara y una sonrisa forzada, la mujer besa a la jóven, y rompe a llorar.
-¿Ya has conseguido el dinero para curarme? ¿O aún no? ¿Hará falta que sigas matando? Si tienes que seguir haciéndolo, si tienes que seguir manchándote las manos de sangre prefiero morir...
-Cállate. Y sigue tocando toda la noche, por favor.
Con una lágrima rodando por su cara y una sonrisa forzada, la mujer besa a la jóven, y rompe a llorar.
Que triste...pero en tu texto he podído imaginar uno a uno todos los detalles...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho por su minuciocidad...
Besos de Mariposa Lindo...
Es muy pero que muy bonito todo lo que escribes,de verdad que me llega cada palabra, y aunque sean tristes, y me den muchísima lástima, me gustan todas y cada una de ellas :D
ResponderEliminarun beso :D
Me recuerda a una canción... aveces por alguien somos capaces de llegar hasta donde no teníamos ni idea que podríamos.. y más tratándose de una enfermedad que desgraciadamente es una de las pocas cosas que nos unen a todos , no distingue de colores, clases sociales, bondad... no hace ningún tipo de distinción.. Triste..
ResponderEliminar:)