No importa el cómo, ni la hora ni el lugar. Cualquier momento es bueno para que me salte a la mente como un disparo tu voz, tu cara, el roce de tus labios y todas las historias que inventaste para mí en noches que nunca acababan. Se fueron sin decir nada cada una de las caricias, cada una de las palabras. Y ahora, cada día salgo a la calle a cumplir con mis rutinas y nunca sé cuando me va a asaltar tu recuerdo: bajo el periódico del kiosko, al girar la próxima esquina o tras una hoja arrastrada por el viento del otoño de mi corazón. El sol brilla alto y la gente empieza a quitarse la ropa y los prejuicios, pero yo sigo viendo el cielo frío, la lluvia gris y los amargos charcos en las aceras de la Avenida del Desespero. Por la calle ruedan todas las cartas arrugadas que arrojé por la ventana, donde te escribí mil y una veces aquellas palabras que después mojé con mis lágrimas e intenté olvidar para volver a escribirlas una vez más segundos después. Y no puedo evitar verlas alejarse y volar, como hojas que danzan al viento en espiral, y que caiga por mi mejilla una lágrima de nostalgia hasta que algún transeúnte recoge una, la abre y lee entre borrones "Yo mataré monstruos por tí", sonríe al infinito y la deja caer para que la lea alguien más.
Yo tan triste, y repartiendo felicidad...
Yo tan triste, y repartiendo felicidad...
El problema del olvido es que nunca sabes cuando te va a asaltar...
ResponderEliminarA veces llegan los recuerdos como hojas caídas de un árbol y sientes un frío mortal en pleno agosto. Se te congelan los pies y sientes que ni siquiera sudas.
Pero por algún motivo hay una sonrisa en tu cara, quizás llevas grabada a fuego esa frase de Tagore que decía: "Si lloras porque se puso el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas."
Un saludo.
Oski.
ohhhhh me va sa hacer llorar joio!
ResponderEliminarmua!