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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



lunes, 10 de mayo de 2010

Post-humanidad

Tenían un puñado se sueños y se dejaron la vida en ellos. Allí están todos, con sus sonrisas en sepia, posando junto a la triste placa para conmemorar el medio siglo desde la muerte de Álex.

A la derecha del todo, Rober, con una larga barba blanca como la que un día tuvo su abuelo, aquél que tantas veces le dijo que dejara las cosas como estaban, aquél que le impedía volar y que tanto odiaba, y cuya barba hoy luce con orgullo después de que el anciano se plantara en medio de la avenida frente a todos aquellos tanques y paralizara el mundo.

Bajo él, en cuclillas, Simón, supera los 60 pero le gusta demostrar que está en plena forma como cuando rompía las lunas de los coches patrulla y salía huyendo por toda la ciudad. Se quedará en esa postura mucho después de la foto, esperando a que nadie lo mire para levantarse entre dolores y reúma.

Junto a ellos, en pié, Ari, que aún lleva un clavel negro colgando de su mano izquierda, como aquél que llevaba cuando se unió al movimiento en honor a sus padres, fallecidos los dos en aquél atentado tan célebre. Todo su cuerpo viste el luto de una vida de dolores y otoños eternos, menos su mirada, que no ha envejecido con los años.

Sentados, los gemelos: Primo y Levi. Aún a su edad todos siguen sin saber sus verdaderos nombres ni cual de los dos es cada uno. Les gustaba intercambiarse para confundir a los amigos, y a los enemigos, sobre todo cuando fichaban a alguno de los dos (hay quien dice, de hecho, que para lo archivos policiales siempre fueron la misma persona).

Tras ellos, Susana, la lesbiana. Nunca amó a una mujer, pero le gustaba provocar a las autoridades. Los tatuajes de su cuerpo se han multiplicado a mayor velocidad que los años y en su cara aún posee esa sonrisa rebelde que le acarreó tantas palizas en prisión.

Cerrando el cuadro, Rafael, el hermano de Alex, antiguo agente, que siempre tuvo un pié fuera y otro dentro de la rebelión, pero, a pesar de todas las ampollas que levantó en el grupo, los salvó de todas las gordas, como decía Sara, la novia de Alex, que aparece abrazada a Rafael, ahora su marido, con su pelo aún largo y rubio ondeando al viento y el cuerpo que tantas veces pintaron desnudo los intelectuales del movimiento. Un símbolo de la libertad.

Habían sobrevivido a la gran guerra, al cataclismo nuclear, al fin del mundo que todos vaticinaron.. con quince años habían revolucionado su mundo, habían conseguido cambiar el ritmo de la historia, y aún así, pese a las dictaduras y las represiones, allí seguían los ocho, sonriendo y luchando con los puños cerrados por los sueños de Álex cincuenta años después.

Porque nada cambia, todo gira, y vuelve a empezar.

2 comentarios:

  1. Esperaba esta entrada!
    Siempre hay algo por lo que luchar, algo que no debemos olvidar. =)

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  2. Me ha gustado mucho.

    Quizás todos tengamos un poco de cada uno de ellos.

    Besos de Mariposa.

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