Por fín. Por fín he sentido lo que tantos libros me habían contado y yo nunca había podido sentir en mi propia piel. He visto amaneceres quemando mi persiana porque no quería que llegara un nuevo día. He visto noches de darle vueltas a las sábanas, al colchón, al mundo y a mi cabeza. He visto las lágrimas más amargas de la historia, y las he saboreado con todo su polvo y las cenizas de otras lágrimas mejores.
Y me alegro, y me invadela tristeza al mismo tiempo. No sé si es bueno haber sentido toda la soledad que inspiró a las mejores plumas a escribir los versos más tristes cada noche, podría sentirme en el limbo del arte, uno más de todos aquellos héroes que protagonizaban las páginas de mi estantería repleta de melancolías. Pero tampoco sé si es malo.
La vida es progresar, caer y aprender a levantarse. Y yo caí realmente hondo, donde ni los abismos se atreven a meter sus sombras, y llegó un momento en que temía irme a dormir porque sabía que reflexionaría sobre todas las miserias que había tejido a lo largo del día, y miraba desconfiado a la almohada y prefería vivir en la ignorancia.
Hasta que encontré la solución, debajo de la almohada siempre guardé aquél revolver, aquél que nos dejó en herencia tu padre por que decía que esta vida es muy incierta y peligrosa, que nunca sabes qué fantasma te asaltará en las cuatro paredes de tu vida, que es mejor estar protegido y acabar de un tiro con los jirones del pasado. Y el fantasma era yo, y no dejé más que sangre y plumas del edredón flotando por la habitación.
Y me alegro, y me invadela tristeza al mismo tiempo. No sé si es bueno haber sentido toda la soledad que inspiró a las mejores plumas a escribir los versos más tristes cada noche, podría sentirme en el limbo del arte, uno más de todos aquellos héroes que protagonizaban las páginas de mi estantería repleta de melancolías. Pero tampoco sé si es malo.
La vida es progresar, caer y aprender a levantarse. Y yo caí realmente hondo, donde ni los abismos se atreven a meter sus sombras, y llegó un momento en que temía irme a dormir porque sabía que reflexionaría sobre todas las miserias que había tejido a lo largo del día, y miraba desconfiado a la almohada y prefería vivir en la ignorancia.
Hasta que encontré la solución, debajo de la almohada siempre guardé aquél revolver, aquél que nos dejó en herencia tu padre por que decía que esta vida es muy incierta y peligrosa, que nunca sabes qué fantasma te asaltará en las cuatro paredes de tu vida, que es mejor estar protegido y acabar de un tiro con los jirones del pasado. Y el fantasma era yo, y no dejé más que sangre y plumas del edredón flotando por la habitación.
"uno más de todos aquellos héroes que protagonizaban las páginas de mi estantería repleta de melancolías"
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, pero es triste y a veces merece la pena levantarse solo para gritarle a la cara a todos los problemas.
=)
Un beso
Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarA veces la realidad supera la ficción.
saludos blasianos.
cuanta in inspiración, me gusta.
ResponderEliminarQue lástima que no hayas visto que después de la última página de un libro siempre existen otras historias
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