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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



sábado, 24 de noviembre de 2012

El caparazón

Se me educó en un mundo en el que, ante todo, lo más importante era decirle a cada persona exactamente lo que desea oír. No era una cuestión racional, ni mucho menos sana, sino simplemente un modo barato y desquiciante de mantener todos los hilos en tensión, de dejar que cada uno fuera tirando de su extremo de la telaraña sin que el insecto acabara devorado. Conforme crecí, fui amoldándome a cada uno de los potenciales depredadores limando sus dientes con palabras que regalaban sus oídos y convirtiéndolos así en cómplices, estableciendo la paz social ante el caos latente. Sin embargo uno no puede actuar toda la vida y llega un momento en que el caparazón se rompe, no porque ninguna de las criaturas al acecho lo haya quebrado, pues la artimaña de complacer arbitrariamente es la más eficaz de las terrenales, sino porque cargar con tanta complacencia acaba pesando demasiado para la coraza misma, y esta estalla. Y es que no estamos diseñados para crecer en un mundo en el que debamos de cambiar de cobertura ante cada observador, no podemos ser aquella persona que esperamos que cada uno sea, no podemos convertir cada momento en especial y cada palabra en mágica, pues al final acaba por parecernos todo tan monótono y aportándonos tan poco que la solución más cómoda es dejar de interpretar y entrar en un estado de mutismo y aflicción. Rompemos la telaraña de tanto hilarla. Se quiebra la máscara de tanto gritar tras ella. Cuando decimos que somos nosotros mismos y nuestras circunstancias, a menudo interpretamos que debemos ser nosotros mismos y las circunstancias de los que nos rodean, y acabamos convirtiéndonos en depredadores también, fagocitándonos a nosotros mismos.

Cuando críe a mis hijos no los educaré como al camaleón, ni dejaré que algún día se conviertan en la araña. Los educaré en un mundo en el que es más importante ser un lento caracol con una única concha, que un espabilado cangrejo ermitaño en continua mudanza.