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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



domingo, 18 de diciembre de 2011

Dios

Lo que más asusta de la certeza de que no existe ningún Dios allá arriba no es ni que no vayamos a tener nada tras la muerte, pues una vez muertos no nos podríamos preocupar por ello, ni que no podamos hacer responsable a nadie de nuestras desgracias y tropiezos, pues el ser humano tiene una extraordinaria capacidad para encontrar siempre a quién culpar.

Lo que más asusta de la certeza de que no existe ningún Dios es que, en los momentos en que estamos solos, sabemos que esa soledad es sumamente cierta. Que no hay nadie mirándonos las veinticuatro horas, que nadie nos sigue, que nadie sabe de todo lo que hacemos y, peor aún, que a nadie le interesa. La peor certeza de que Dios no existe es que, en su lugar, existe la soledad absoluta. El no importarle a nadie. El saber que, llegado el momento, podría darse que nadie supiera, ni se interesara, por tu existencia.

sábado, 15 de octubre de 2011

Sobre todos los miedos que rompen en otoño

Rojas, caen, secas, vuelan unos segundos, creen que son libres y al fin, tocan suelo, muertas. Las crestas del paisaje se doran y el cielo se encapota con todas las lágrimas evaporadas. Llega y arrastra los últimos rayos de Sol hasta la orilla, los ahoga en el lago y acaba con ellos. Una última luz, tan brillante que duele, rasgando desde la superficie del agua cristalina que pide auxilio. Sonrisas heladas. Viento y lluvia y adioses y, sí, otoño. Los ratos contigo secuestran el tiempo y pierdo la noción de la estación que atravieso, pero tarde o temprano tengo que abandonar tus brazos y vuelvo al mundo real y consciente, donde todo es barro, donde veo los meses pasar demasiado rápido y las manillas del reloj corriendo contra mis instintos, recordándome segundo a segundo que estoy haciendo algo malo. Y lo peor de todo: temo. Tengo miedo. De volver a tus brazos y que el tiempo quede nuevamente en suspenso y perder la cuenta de todo lo que llevo. De las veces que me desnudo. De las veces que te desnudo. De las veces que me y te desnudas. De las caricias en el hueco de las alas. De los besos que pierdo en tu piel y de las palabras a cobro revertido. Sobre todo de estas últimas. De esas que, si dices, necesitan respuesta idéntica de la otra parte. Necesitan del consenso no hablado de ambas partes del abismo. De un mismo sentimiento a los dos lados de la última frontera.

Tengo miedo de decirlas y que no haya respuesta. De que se vuelvan rojas, y caigan, secas, volando unos segundos, creyendo que tú también vas a pronunciarlas y al final no lo hagas, y toque suelo, muerto.

lunes, 3 de octubre de 2011

Sobre el momento en que todo implosiona

Positivismo, sonrisas, brillo, alegría, brisa, lago, canciones, carcajas, verde, besos, agua, caminos y de golpe se rompe la gota de cristal que pende sobre el vacío que ignoras. Como el canto del cisne. Un sonido tan agudo que no lo percibes, pero los pedazos caen rasgando el pericardio y todo se ennegrece. Y la sangre cuaja formando un charco bajo tus pies en el que solo tendrás dos opciones: resbalar, o cuajar tú también. Desnucarte o desecarte. Morir rápida o lentamente. Nada más. Y nada menos.

Todos los kilómetros encaramados a tu espalda para darte cuenta que no te queda nadie a quien cargar en ella, que no tienes a nadie que te cargue a ti. Cumples las más negras profecías que se barajaban y dejas a las cartas y al azar la decisión final. Destinado a amar un corto tiempo y a sufrir el resto. Destinado a no conocer a nadie para siempre. A poner tierra de por medio. A enterrar, poco a poco, entre sangre cuajada y cristales turbios, tus sentimientos.

Morir rápida o lentamente. O morir escogiendo.

domingo, 4 de septiembre de 2011

2.953

Fue entonces cuando me preguntaste sobre cómo era. Y yo no lo entendía. Sobre cómo era eso de latir a sesentaiún grados, 29 minutos y 53 segundos al Norte. Y yo seguía sin querer saberlo. Actué como si fuera tonto, necio, obtuso.Tanto me hice el ciego que acabé por no ver. Veintitrés grados, 45 minutos y 39 segundos al Este sigues doliendo. Y es que en el fondo te has enzarzado en algún lugar entre mi sién y el futuro, entre el diccionario y las palabras perdidas del pasado. No hay suficiente aurora para borrar la sombra. No hay suficiente sombra para borrar tu fondo. Me gustaría habitar otro cuerpo y empezar de cero y dejarte a ti y tus dientes devorando mis restos. Hártate de mis deshechos. De los jirones que hiciste. De los agujeros por los que dejaste volar mi esperanza y las aldabas de donde colgaste el pellejo irsuto de mi alma carcomida. No hace el suficiente frío para congelar el remordimiento, ni nieva aún para cubrir mis miserias. No. Quedan muchos meridianos por cruzar hasta que comience a borrarse tu impostura. Demasiados paralelos para el mapa cincelado en el pericardio. Demasiados placeres a los que renunciar y muy pocas alegrías que hagan cierto aquello de la distanica y el tiempo. Demasiado relativo. Insuficientemente cierto.

Y fue entonces cuando te contesté: es genial. Soy feliz. Me encanta. Como si la pregunta no implicara un mundo que ni tu voluntad ni mi paciencia vayan a poder quemar. Como si las cenizas no siguieran estando calientes y las palabras vibrando en las paredes de aquella habitación vacía.

viernes, 19 de agosto de 2011

Hablábamos como filósofos. Besábamos como poetas.
Follábamos como animales.
Demasiado lejos, demasiado tarde.

Siempre tienes un problema para cada solución.

domingo, 14 de agosto de 2011

Sobre el vacío

Como en un gran angular. Con todo ese espacio inútil. Huecos como el que queda entre la tercera y la cuarta costilla, a la izquierda. Entre comisura y comisura de los labios al sonreír. En las pupilas de una mirada muerta. En los días impares y lluviosos. Yo me quedé fuera de foco. Llega un momento en que te cansas de llenarlo todo con cieno y descubres que en realidad es una fosa sin fondo, como un agujero negro o un saco sin remiendos. Como un corazón carcomido. Que todo lo que entra por un lado, sale por el contrario. El tiempo pasa para todos, pero no lo suficientemente rápido. Sería más sencillo darle al interruptor y mandarlo todo a la mierda: Para esto no me hagas salir de casa. Me hubiera apañado yo solo y NO me hubiera dado cuenta de cuantas cosas me faltan para ser feliz. Para escalar. Para desmembrar ideales. Para volar en mil pedazos y olvidarme de todo y quemarme a lo bonzo en el cielo antes de morir a fuego lento. Aunque al fin y al cabo llevo bien la cuenta de lo que me falta, demasiado. Maldita memoria, malditos sueños. Ojalá estrellaran su nuca en el tacón de charol rojo de alguna puta barata y murieran sin tiempo para réplicas en una calle con olor a orines. Correrse en su pecho prefabricado mientras fuma tabaco del malo y acabar con toda la parafernalia y el carmín incendiado en la piel. Un último capricho para este condenado a vivir. Para mis cenizas. Para los tacones de la vida, si es que aún lleva. Hace tiempo que no la veo. No sé cuanto cobra ahora.

sábado, 6 de agosto de 2011

Sobre lejos, cerca, a un lado o al otro

Tomar distancia. Cruzar el meridiano en busca de la respuesta a tus miserias y descubrir que siempre tendrás un nuevo problema para cada solución propuesta. Caminar sobre ascuas. Llorar sobre cenizas y embadurnarse en la masa tibia que resulta de tantos fuegos fatuos y llantos vanos, como cieno, como brea. Y regocijarse en ello. Empezar la casa por el tejado y dejar que los cimientos de tus preocupaciones coronen la obra, protagonicen tu novela muerta de final abierto. Que por más que huyas los miedos te pisan los pies. Que vayas donde vayas, el Sol está en todas partes, y mostrará tu sombra. Que a cada paso te deshojas. Que pierdes tus pétalos podridos, y el deshecho no siempre hace barbecho. El corazón no nació para ser arado y tú has dejado pasar por el tuyo todos los yugos de esos para los que eres demasiado inteligente para comprender, y demasiado tonto para no querer. Por mucho que corras, caerás en los mismos charcos, tropezarás con las mismas aguas turbias. Sólo escribir te salva, y escribir, a la vez, te desgasta. Devasta. Desangra. Desgarra.

sábado, 30 de julio de 2011

I love London

Una semana después de mudarme a la capital británica, he de decir que: en el metro hace viento y hay constantes avisos de bomba, las palomas son horribles pero lo suplen las ardillas, los supermercados bajan los precios conforme avanza el día y, por supuesto, se conduce en sentido opuesto. Pero fuera de los tópicos: me gusta Londres. Me gusta que la gente no te mire descaradamente te vistas como te vistas. Me gusta que la ciudad tenga tanta vida nocturna como diurna. Me gusta escuchar una veintena de idiomas diferentes al día en el metro. Me gusta que si te has perdido, cualquier desconocido está dispuesto a llevarte a casa o a sacar su android para buscar en Google Maps tu dirección y ayudarte a llegar. Me gusta que los museos sean gratis. Me gusta que la gente diga sorry y excuse me, sea respetuosa y amable. Me gustan los mil parques y zonas verdes, y tumbarme en el césped a las puestas de Sol. Me gustan los muffins por la mañana y los cafés king size. Me gusta enamorarme en cada esquina de la gente tan atractiva que anda por estas calles, smoothie en mano. Me gusta la música que se escucha en el Soho, y las luces en Piccadilly y el Tower Bridge al anochecer. Me gustan las campanadas del Big Ben discutiendo con las de Saint Paul. Me gusta Camden, porque sí. Me gusta Londres, porque también. Me gusta.

jueves, 21 de julio de 2011

Sobre colores y mi mundo ortocromático

Cuando era pequeño imaginaba que el mundo no iba más allá de las cuatro casas de mi pueblo, que la mayor conquista era subirse a un árbol a por mi pelota encallada, que el diavolo era un innovador juguete que cambiaría la infancia y que mis padres eran héroes de una epopeya griega. Poco a poco creces y las fronteras se expanden a ritmos más veloces que tu corazón, más allá de las galaxias, mientras los empujones de tus ventrículos están contados. Los imperios de tus padres pierden tierras a favor de las hormonas y la mayor conquista consiste en aceptarte a ti mismo, algo que quizá nunca logres. Ni con la escalera de mano más alta. Ni con el balón más bajo. Te das cuenta que no existe nada nuevo, todo está inventado y, por supuesto, nada cambiará el mundo. Como los latidos de tu corazón, hasta la última revolución ha sido medida y delimitada con premeditación, y sólo te queda encontrar unos ojos coloridos que den caza a tu vida en blanco y gris para poder escapar a lo previsto, a lo correcto, a lo esperado. Unos ojos que te hagan suspirar, que te acompañen en tus fantasías más íntimas, que pinten tu rutina con el borde de sus plumas, que te empujen en sus pupilas hacia abismos de neón, y te recuerden que, por muchas personas que haya en el mundo, seres humanos sólo hay dos.

lunes, 18 de julio de 2011

Sobre carretes velados

Tic tac tic tac tic tac tic tac... Sobre la mesita. Incesante. Pompom pompom pompom pompom... Sobre el colchón. Cesando. 

El tiempo ha pasado y no da tregua a nadie. Metí bajo el somier todos tus recuerdos y al final criaron y hoy son humedad mojando mis huesos y empapándome el alma. Tus sueños, ácaros en la almohada. De la aldaba en la pared donde colgabas tu abrigo al llegar cada noche empapado hoy solo quedan las lluvias y el olor a moho y soledad. Del perchero, que nunca usabas, cuelga hoy la única camisa que te dejaste en casa. Lo hice como un reproche mezquino, un último mohín del niño que mataste en mi interior. Bajo el hueco del omóplato, donde tenía las alas, ahora hay dos cardenales con forma de rosa. Y a veces aún me queman y parece que sus pétalos ardan y la ceniza huela a tu aliento. Debe de ser por todos los besos que dejaste caer sobre mi piel cuando aún estábamos a tiempo de coger aguja e hilo y remendar nuestros destinos. Bajo el mismo techo que nos vio posar ante mi réflex hoy sólo hay carretes desvelados donde adivinar alguna sonrisa que los meses han vaciado de significado y convertido en un drag triste. En un payaso sin gracia ni sentido. Una bailarina de ballet rompiéndose los dedos inútilmente sobre le fango. La cámara la tiré en algún momento entre que te hacías la maleta y cerrabas la puerta por última vez. El objetivo ya no gira. El nitrato se ha evaporado. El enfoque se ha oxidado. Y lo único que obtura en esta habitación es mi corazón, cada vez más lento, sobre el colchón...

jueves, 7 de julio de 2011

Sobre melatonina y abismos

Das un paso. Otro. Y otro más. Todos de espaldas. Caminas sin ver lo que te espera porque ante tus ojos se alza un mundo basto de buenos recuerdos y sonrisas tejidas con estrellas en el mapa de lo eterno. Das otro paso más sin ver lo que tienes detrás. Un paso más a ciegas y entonces sucede... Tu corazón cae en picado. Estaba ahí. El precipicio. El acantilado al final de tu mundo de fantasías y buenos momentos recolectados mientras olvidabas las espinas de sus tallos. Todos esos te quiero que nunca dijiste, los que no te susurran, los que nunca te dirán. Todas esas palabras vacías, los mensajes de amor, las promesas incumplidas. Todo ese cenagal de desencuentros que te habías empeñado en olvidar pero que han trazado un camino paralelo a ti y se han encontrado justo debajo de tu talón para tirar fuerte de esa sonrisa tejida, para apagar todas y cada una de las estrellas que la cosen, para desgarrar el mapa bordado con eternidades y otros inventos del ser humano para sentirse libre, como la juventud, como el dinero, como el bien y el mal.

Y es que en el fondo amas ese dolor. Eres un esclavo más de tus miserias guardando cola en el desencanto. Otro ser humano que sabe que, en realidad, los momentos alegres no tendrían sentido sin sus respectivas sombras. Y te recreas en la caída en picado y sin freno de tu músculo cardíaco al borde del colapso, deseas el crepitar de las lágrimas, deseas las noches suicidas, y deseas volver a eyacular todos tus momentos de congoja para poder morirte a gusto. Morir llorando. Como se nace. Como se vive. Como se es humano.

jueves, 30 de junio de 2011

Sobre Valencia

Era un dos de septiembre de 2009. A Valencia se mudaba un chico del que no creo conocer nada ahora, alguien totalmente ajeno y diferente a mí. Las personas somos nosotros mismos y nuestras circunstancias. Circunstancias como esta ciudad, como su gente, como lo que aquí descubrí....

Me gustaría llevarme al norte su olor a jazmín en verano esparcido por Blasco Ibañez, a azahar en la primavera de Tarongers y a mojado en el otoño lloviendo sobre Serranos, a pólvora en marzo, a qué si no, y a salitre cuando el viento sopla de levante sobre Ayora. Cogería los adoquines de Ciutat Vella y los levantaría uno a uno para que en mi ausencia no pudierais caminar por ella. Me metería en un bolsillo su Sol bipolar, su Luna gigante y esa luz que incendia el atardecer en la Malvarrosa. Rompería uno a uno los semáforos de Colón para dejar su tráfico enloquecido en estado de espera. Me pasearía por Quart una última noche, cámara en mano, queriendo atrapar su silencio y su ruido, quedarme con el alma modernista de Cánovas en la memoria de los sueños, y facturar en mi avión todos los buenos momentos enterrados en un metro sin linea 2. También empaqueto mis lágrimas, esas de las que más he aprendido, a la sombra de la Lonja y el Mercat. A mimetizar los colores de Velluters, a asimilar el ritmo de amores a susurros en un tranvía perdido en Pont de Fusta y a cicatrizar en sus baches, montado en una bicicleta recorriendo la Alameda. Y ante todo, pondría en pausa a todos y cada uno a los que dejo aquí. Os echaré de menos, a algunos más de lo que creéis. Me gustaría que el año pasara y al volver esto siguiera como si nunca me hubiera ido, como si Valencia sólo existiera en mí y conmigo, que el Parterre siguiera en flor y la Seu presidiendo noches sin sueño a la brisa del verano, y aunque suene egoísta hablo desde un profundo suspiro que llevo días anudado en el estómago y me dice: has sido feliz.

Es un 30 de junio de 2011. De la ciudad se muda un chico del que comienzo a estar orgulloso. Me llevo estas calles en el corazón. Me dejo en ellas un sueño. Valencia, en un año nos vemos.

martes, 21 de junio de 2011

Sobre ellos

"No sé exactamente en qué momento de estos días tomé la decisión, o cual de todas fue la lágrima definitiva, la que le dio la vuelta al panorama y aceleró los latidos hacia el precipicio de la despedida..."

"Que esto no es un adiós, sino un hasta luego es algo que sé de sobra, pero que no consuela. La vida avanza y uno aprende que, tarde o temprano, el adiós verdadero llega, y a veces sin haberlo previsto..."

"Sé muchas cosas de ellos, y aun así nunca acabaré de conocerlos, y estoy tan seguro que metería la mano en el fuego sin quemarme y sin riesgos, porque riesgos y desventuras es algo que nunca he vivido a su lado..."

"No puedo sentirme sino orgulloso de gente que supera sus miedos y se sube a una montaña rusa a contracorazón, de gente que puede convertir un regalo a él en un regalo al resto, de gente que..."


He intentado escribir esta entrada hasta cuatro veces. Llevo pensándola incluso semanas antes de que llegara el momento. Simplemente, no puedo. Creo que ELLOS no caben en una entrada. No caben en un texto, ni en un blog, ni en una pantalla... No caben en una vida. Y voy a necesitar muchas para disfrutar de cada uno de ellos.

Les echaré de menos.

Lloraré. Las lágrimas amargas más dulces de mi vida. Un año más. Un año menos.

sábado, 11 de junio de 2011

Sobre Platón y otros caparazones

Llevas tanto tiempo enfermo que ya no te recuerdo sano. Sí creo recordar un tajo brillante en tu cara seria que se asemejaba a una sonrisa. Y creo recordar un mar de picardía al fondo de esas pupilas. El resto ya está muerto. Las horas se empujan unas contra otras y van cayendo por el precipicio, una a una, hasta el fin de mis días en esta ciudad. Me iré y pasarán muchos meses antes de que vuelvas a verme por estas calles, por estas aceras, por estas miserias. Ni siquiera sé si para entonces seguirás viendo, o te habrá hundido en tu ceguera. En esa enfermedad que tiene su principio y su fin en tu propia cabeza, en exceso amueblada. Yo te hubiera ayudado a hacer mudanzas, a tomarte la vida un poquito menos en serio. No voy a mentir y reconozco que fue esa seriedad y esa visión tan profunda de la mentira humana lo que me atrajo de ti, lo que me ató a tu cama. Pero, seamos sinceros, no llego a los veinte años, y no estaré esperando eternamene a que te reposes, revivas y salgas a buscarme entre los trastos de esta ciudad. Me voy lejos y conoceré a muchas personas más con una vida y un pasado de tormentos que contarme, mientras tú te vas encerrando en ese caparazón, rodeándote a ti mismo, muriendo en el centro de tu espiral de lágrimas. Cuando vuelva seré otro, y quizá me halle en el punto en que por mucho que te reinventes ya  no puedas sorprenderme, ni aportarme nada. No eres el hilo de oro en el laberinto, ni la brújula en la selva, ni el oasis en el desierto. De todas las lecciones de la enciclopedia del hombre te faltó por aprenderte la entrada de lo prescindible. Nadie es único, nadie merece toda mi atención. Se me agotan los días, no lo hagas por mí, hazlo por ti: despierta ya. O calla para siempre.

miércoles, 8 de junio de 2011

Sobre noches frías, noches cálidas

Siempre mantuviste la preocupación de ser algo vulgar. No te preocupes, que no fuiste un monstruo más, fuiste el peor de todos. Te arrastré en la conciencia tanto tiempo que a veces aún me despierta el tintineo de las cadenas en las noches más frías. En las noches más cálidas, en cambio, me pierdo en mis propias manos y me dejo llevar por tu recuerdo. Hay ciertas horas del día en que pienso sistemáticamente en ti, el resto del tiempo lo invierto en tratar de olvidar el cardenal en mi conciencia, pero pesa. Cuando abandonaste la casa te dejaste el periódico del día y tu perfume. El primero lo tiré, ya sabes que prefiero enterarme de los problemas cuando ya los han resuelto, y el segundo lo guardé con mucho cuidado en el cajón para usarlo poco a poco. Hoy he abierto el cajón y se había evaporado sólo. Supongo que es una señal. Todos los fantasmas de mi presente confabulan, aunque no me quita el sueño, uno se acostumbra a vivir con sus llantos. Hoy es tu santo y aunque no lo celebrabas nunca yo te hubiera hecho un regalo. Me hubiera perdido entre tus manos y acabado en ti, para variar. Las mías van a explotar, dejaron atrás la suavidad por el castigo. Sea como sea, pasará.

¿Recuerdas aquél café amargo que siempre bebías y que yo odiaba? Aún sigo comprándolo.

sábado, 28 de mayo de 2011

Sobre ser la pieza muerta en el tablero

Te tira, ¿verdad? Notas la tensión del músculo, el tórax a punto de desquebrajarse, una fuerza que desgaja tus pulmones, las costillas astillándose... Sí, cada uno ha metido la mano por donde ha querido y se ha agarrado fuerte de tu corazón. POMpom, POMpom, POMpom... En el fondo ninguno lo quiere. ¡Pero es tan reconfortante el placer de haberse llevado un trozo tuyo! Todos se sienten heridos, todos te recriminan y te echan en cara hasta el último poso de cieno y miserias anclado en su remordimiento. Y tú te callas. Te callas porque no quieres hacerles daño, porque no quieres entrar en el juego de quién ha hecho más, te callas porque no te gusta remover las miserias y te callas porque, al fin y al cabo, no ves necesario arrancarle el corazón a nadie. Pero te dejas arrancar el tuyo. Te muerdes los labios, dejas que tiren y lanzas al vuelo un par de lágrimas. Luego, nada. Tienen lo que querían, esperas que estén contentos, agachas la cabeza y sigues viviendo tu vida haciendo como que no ha tenido importancia, como que todo es perfecto, como que mereces lo que te han hecho y ahora todo es más justo y podrás empezar de nuevo. Y cuando llegue otro también meterá la mano entre tus costillas, y así empieza de nuevo el macabro juego. Vas a acabar rompiéndote, si acaso no eres ya un juguete roto.

lunes, 23 de mayo de 2011

Sobre r-evolucionar

Mucha gente opina que no sirvió para nada, que esto ha acabado. Siento decepcionarles, en cinco días me he sentido infinitamente más demócrata que en los diecinueve años anteriores y, aunque sólo sea por la felicidad que eso me ha producido, ha merecido la pena. Sí ha servido, y sigue sirviendo. Ha demostrado que no estamos dormidos, que tenemos y queremos nuestros derechos, que queremos, podemos y sabemos cambiar el mundo. Porque por mucho que pase el tiempo yo seguiré llamándola Plaza del Quince de Mayo. Porque los resultados de las urnas para nosotros no significan nada. Los cambios necesitan tiempo y precisamente nosotros (sin trabajo, sin hogar, sin miedo) tenemos todo el tiempo del mundo para llevarlos a cabo. Porque nuestros sueños no cabían en las urnas que se cerraron ayer. Porque algún día nuestros hijos nos dirán "Cuéntame otra vez cómo tomasteis la plaza". Porque no tener trabajo ni dinero no significa no tener libertad. Porque no tener un futuro discernible no significa no tener futuro, lo tenemos, y lo discerniremos. El movimiento 15-M, o los indignados, o como quieras llamarnos, no somos cuatro radicales montando un numerito. Porque he visto a ancianas pedirnos llorando que no perdamos los derechos que ellas consiguieron con sudor y lágrimas. Porque en la asamblea ha cabido gente de derechas y de izquierdas; de España y de los cinco continentes; homosexuales, bisexuales, transexules, heterosexuales y los que no quieren encajar en ninguna; ancianos, adultos y niños, pero todos con el corazón joven; minusválidos, que no nos equivoquemos, valen tanto o más que el resto; y hasta los que no pueden hablar (animales, personas fallecidas y las generaciones que están por venir) han tenido quien les dé voz. Porque hemos dejado claro que los políticos están para servir al pueblo, no para que el pueblo les sirva. Y porque todos estos pretéritos no tienen sentido, porque seguimos aquí, porque podría decirlo en futuro, porque vamos a revolucionar la sociedad y evolucionar juntos. Porque el día que nos vayamos no dejaremos la plaza, la plaza nos la llevamos con nosotros, dentro, en un pedazo del corazón.

martes, 17 de mayo de 2011

Sobre hacer bocetos y revolveres

Te miro. No hablas. Hace exactamente cuarenta minutos que no tocas el café. Esta cita ha dejado de tener sentido. Quedamos entusiasmados, como si fueran los viejos tiempos, como si los sentimientos muertos hubieran vuelto por la senda del olvido hasta nuestros corazones hirsutos y les hubieran dado brío. Pero tras veinte minutos de conversación nos damos cuenta de que seguimos secos. Recuerdo el motivo por el que no te hablaba. Habíamos discutido tanto sobre lo que no nos dolía que olvidé lo que de verdad me empujó al agujero. En ese momento he oído los cachos de corazón desperdigarse por el suelo como si no hubiera pasado el último año, y la conversación ha muerto. Me he sentido ridiculamente mal, incluso he intentado reavivar la cháchara con asuntos triviales. Que qué buen tiempo hace este enero. Que qué caro se ha puesto el metro. Que qué no qués ni qué mas da más. Tú tampoco has prestado mucha atención. También te has dado cuenta, también en ti se ha roto algo. El mecanismo que daba cuerda a tus sonrisas. Esas que son como un revolver que disparó contra mi frente y dibujó tirabuzones de sangre sobre la almohada.

viernes, 13 de mayo de 2011

Sobre ir de más a menos, y desaparecer

Si me muerdo la lengua saldrán volando las malas palabras que nunca te dije. Hoy he pateado las aceras en busca de un motivo para seguir andando y no volar yo también. ¿Para qué conformarse con ser humano si podemos ser más? Si pude serlo, si dejé de poderlo, si soñaré con dejarlo de haber sido. La última vez que me la mordí te salpiqué de tensión y orgasmos. La próxima te llenaré de sin sentidos.
Un día me voy a tragar a Dios y cuando lo vomite será polvo de estrellas, como un flash de la última foto de nuestros cadáveres, un testimonio de lo que nunca fuimos, éxtasis líquido y el polvo que poco a poco se ha ido depositando en tu lado del sofá.
Me voy a desguazar. Tanto tira y afloja tenía que llevar a esto. Te dejaste la ropa sucia sobre mi edredón. Sólo espero que no acabes sobre mis restos. Mejor búscate otro lugar donde vaciar tus instintos. Me puse en liquidación, cerraba por traspaso, sangre y sexo.
 Desahuciame el alma, como desahuciaste mi cuerpo.

martes, 10 de mayo de 2011

Sobre las espirales y lo que llegó tarde

Si nos hubiéramos caído de la pluma de Sófocles, yo hubiera deborado a tus hijos, o tú hubieras matado a mi hermano, o los dos nos habríamos casado con nuestros padres, o seríamos fruto del incesto, o nos asfixiarían los Titanes. Sin embargo, los griegos llevan ahogados en el Egeo demasiado tiempo para narrar nuestras miserias. Esta tragedia la escribimos entre tú y yo, paso a paso, lágrima a lágrima. Entre aquellos cafés con dos terrones de azúcar y tres de amargura, entre calada y calada a tu pulmón negro, entre suspiro y suspiro por ver que el tiempo pasaba. Sí, también para nosotros. Y creció en tu corazón la arruga que acabó por tragarte y en el mío se abrió un agujero del que nunca más regresé. Así se dio paso a la ceniza. A la que queda hoy de mis tardes esperando en tu portal. De la que renacerán algún día tus fantasmas. Y volveremos a empezar porque hay un punto en nuestras vidas en que todo pierde sentido y no nos queda más que rodar y rodar en busca del hilo de oro que nos saque del laberinto. Rasgar las coordenadas del espacio que hay entre los dos. Trazar espirales en la historia. Morir en el intento.

Los Dioses se quedaron sin palabras a la hora de escribir nuestro destino.

lunes, 2 de mayo de 2011

Sobre esos tiros que me apetece pegarme

Si los hubiera pegado todos de mí quedaría un puré de sueños y sesos esparcidos sobre el lienzo de mis miserias cotidianas. Pero que no me los haya pegado físicamente no quiere decir que no hayan atravesado mi sien, abierto un agujero negro de esperanzas en mi cráneo y atravesado el cerebro clavando huesos astillados en cada axón, brillante como una estrella en el vacío. No significa que la bala de mis tormentos no haya obstruido mi encefalograma, haya rasgado el vórtice ideal de cada lóbulo y asfixiado hasta la última neurona. Haya ido dejando un reguero de fango y sin sentidos por mi cabeza y al final haya salido por el otro hemisferio, llevándose los valores, las sonrisas y el porqué de seguir con todo esto, y salpicando mi almohada de los sueños rotos que nunca más he de volver a imaginar y de la soledad que cada día saboreo.

Con toda la sangre que brotaría de esos momentos podría haber escrito mil biografías diferentes mías, pero ninguna me convence. Es como si la pluma de mi cerebro muerto se empeñara en escribir destinos que ni yo ni nadie quiere, es como si la médula espinal se hubiera enrollado por dentro de mis vértebras y se hubiera escondido de algo que le atemoriza ahí dentro. Y ese algo soy yo, y mis ideas de perro vagabundo y mis amores de perro pulgoso y mi escepticismo de perro viejo. Y entre una perrería y otra, sigo cargando el revolver en intentos de acabar con todo que no hacen sino abrir fosas nuevas y abismos viejos.

Algún día meteré todas las balas en el tambor.

martes, 26 de abril de 2011

Agarraos a la vida con las uñas y los dientes

Más tarde de lo que acostumbro, pero aquí una vez más, mi grupo del mes. Con canciones que cuentan historias y melodías simples pero que llegan dentro, Manel, un grupo de cinco catalanes en el que nadie se llama así, han recorrido diez mil millas musicales hasta llegar a la madurez con su último trabajo. Desde la conocida Al mar hasta su nuevo single, El boomerang, hay un salto instrumental increible que, sin embargo, unifica su voz humilde y cotidiana. Han traspasado la frontera del idioma y han cruzado el atlántico para llevar la cotidianeidad del ser humano hecha canción a todos los rincones. De 10.000 milles per veure una bona armadura podría recomendar todo, desde la introcutoria Benvolgut al gregoriano final Deixa-la, Toni, deixa-la. Sin embargo, os dejo un tesoro que siempre me pone los pelos de punta y trae lágrimas a mis ojos. Convenientemente traducido.



Escuchad la canción del soldadito,
que a través de un ojo de buey,
ve que vuelan unos vencejos
y, no es que entienda mucho el soldadito,
pero ¿qué quieren los vencejos?
tendrá que querer decir que la tierra está cerca.
Y tan cerca debe estar que baja el capitán
e intenta no parecer nervioso
mientras acaba la instrucción:
'Concentraos soldaditos, sed prudentes
y agarraos a la vida con las uñas y los dientes'.
Y en cubierta los hombres rezan,
y en cubierta los hombres rezan.
Y dice un 'amén' muy convencido el soldadito,
y acaricia su fusil,
intentando no pensar en nada.
Desde proa se van haciendo grandes las colinas,
soldadito, valor, valor
que depende de gente como tú la suerte del mundo.
'Pero si una bala enemiga cruza el viento
y me atraviesa el cerebro' se plantea el soldadito,
'las olas me arrastrarán y mil peces de colores
lucharán por devorar mi carne'.
Y es cuando piensa 'yo me escondo,
cuando no miren yo me escondo'.
Pero siempre miran y le barco se está parando,
las compuertas se han abierto,
y en un segundo se inunda el mar
de soldados disparando al infinito
con un soldadito en medio
que carga mientras insulta al enemigo.
Y entre bomba y bomba todo le va bien
hasta que una cae justo a su lado,
primero dice 'Qué suerte has tenido'
pero luego siente en la espalda un dolor extraño,
y al tocársela le queda
todo el brazo manchado de sangre.
Gira la cabeza a lado y lado,
se sienta en la arena y descansa.
Y mientras llega el médico, el soldadito
se tranquiliza repitiendo
que hará al volver si sobrevive.
'Iré a mi madre bien vestido,
y antes que nada le he de decir
que me perdone por tratarla siempre así.
Iré a Margarita a hacerle un hijo,
solo por verla intuir
que la quiero más de lo que me quiero a mí'.

lunes, 18 de abril de 2011

Si se escribirera un último libro...

...sería como una especie de diccionario, pero en él no estaría escrito lo que quiere decir cada palabra, sino lo que quiere decir cada persona cuando dice esa palabra, esas frases, esos laberintos de segundas intenciones y voluntades enmascaradas. Y aún así, no llegaría a comprender al ser humano.

Crismas rotas y esa pretensión inutil

Hay cosas que duele escribir. Pero me suelo poner al teclado de madrugada, y también hay madrugadas que duelen, que sangran. Madrugadas en las que creo odiar el mundo. Madrugadas misántropas en las que hago cenizas de mí mismo, y de los que están conmigo. Vuelvo a casa peinando las calles, fijándome en cada deshecho, en cada quimera y en cada persona con la que me cruzo. Pienso en sus vidas, y las siento llenas de cosas vacías, y a mí mismo, vacío de cosas llenas, en comparación. Es como si no pudiera vivir las cosas simples, como si necesitara siempre complicarme, intentar ir más allá de lo que se espera de mí, intentar desmontar pieza a pieza las convenciones y el porqué de las cosas, ver la cara oculta y la roña bajo la bonita alfombra que llamamos sociedad. Creo que mis sentimientos son suicidas. Enamorarse de quien se va lejos, enamorarse de aquello que odias, enamorarse de quien sólo se ama a sí mismo, enamorarse de alguien con quien sólo has tenido una noche de sexo. Enamorarse de quien no te va a corresponder, en definitiva. Y parece mentira que necesite el amor odiando tanto a los demás. Sus gestos previstos, sus discursos prefabricados y sus sentimientos presupuestos. Todos ansían cumplir con su papel como en una película, sacralizar lo cotidiano, elevar la mediocridad a la categoría de sobrehumano. Y en mí interior me río de ellos, y me siento mal por ello. Aunque sólo necesito un poco más de los demás, quizá una muestra de cariño, sentirme querido, apreciado, entrar en su juego desquiciado, no sé. A veces pienso que supongo que intuyo que creo que soy superior, y eso me hace sentir aún peor. En realidad los envidio, ojalá pudiera disfrutar de todo lo vacío, ojalá pudiera ser necio. Es en estas madrugadas cuando veo más atractiva la opción del suicidio que la de seguir fingiendo que estoy vivo. Nací muerto. No me malinterpreteis, necesitaba desahogarme, llorar todo esto, todo lo que a veces pienso. Creo que estoy fuera de juego en las normas de esta vida, simplemente. Me gustaría coger la crisma de la vida y partirla en mil trozos, por ser poético. Me gustaría partirme la mía, por ser realista.

Me suelo sentir misántropo. Pero seamos sinceros: no odio al ser humano, a quien odio es a mí mismo.

lunes, 11 de abril de 2011

Sobre amor y teoría de cuerdas

Hoy he dormido con la puerta del balcón abierta. Sí, sé que aún estamos a principios de abril y que están por caer las lluvias más fuertes del año, que vendrán aún los vientos de mayo a llevarse de aquí esta mentira con sabor a verano. Pero hacía calor, algo más de treinta grados, y el ligero sudor resbalando en mi piel dibujaba recuerdos con la caligrafía de tu nombre. Me he despertado y olía a vacaciones. He puesto agua a hervir para hacer ensalada de pasta como en aquél julio cubierto ahora de polvo. Me he puesto los pantalones cortos, aquellos que llevaba la noche del primer beso, mientras oía el burbujeo extrañamente estival de la cocina, me he puesto la camiseta blanca y lisa que no dice nada de mí y que me pongo cuando mi cara habla demasiado. Y me he sentido como si en cualquier momento fuera a recibir un mensaje tuyo, aunque ya he cambiado de teléfono; como si fueras a llamar al timbre, aunque ya no vives en la ciudad; como si al volver a la habitación fueras a estar en la cama, aunque hace meses que no pisas esta casa.

Dicen que los científicos quieren inventar la máquina del tiempo, hablan de cuartas dimensiones y teorías sobre espirales que almacenan la velocidad, el cambio y el espacio de los sucesos, que se pueden desenredar y desentrañar sus partículas para viajar por ellos... Estúpida ciencia, hoy es abril y he vivido un verano añejo. El corazón no conoce de tiempo. Nosotros lo inventamos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Arena en los zapatos, 'Salaam al eikun' y comino con dos horas menos y mil kilómetros más

Una experiencia inolvidable, en perfecta compañía, y con tantos contrastes, tópicos y no tan tópicos, y sonrisas de niños que no tenían nada, que alguna huella, bastante profunda, ha dejado en mí.

lunes, 28 de marzo de 2011

Sobre el rocío y las palabras susurradas

¿Sabes esos momentos en la vida que te sientes inexplicablemente triste? Eres como una gota. Una gota de rocío en la mañana, parada, pendiente, colgando del extremo de una pequeña hoja tierna de la vida, ante el abismo con aliento de nubarrones, de tormentas, de desdichas de lo cotidiano. Brillas y tiemblas, eres lo más frágil de la creación, colgando en tu abismo, pero, sin embargo, tienes la fuerza suficiente para reflejar el Sol al universo, y no quieres, o no sabes verlo. Es como si estuvieras incendiado por dentro, sientes encoger tu estómago, llevarse consigo la cara alegre del mundo, y despiertas en la oscuridad con pánico por si caes en tu propio agujero negro, ese que ha brotado de no sabes dónde y que pone en jaque el equilibrio de tus talones. Necesitas gritarle al mundo, pero tu voz es de cristal. Necesitas llorar las lágrimas más negras, y éstas rasgan tu rostro, tus manos apretadas, tu alma que se escapa. Sientes cada uno de tus descosidos y el incendio que hay dentro de ti convierte en cenizas tus sueños y encenaga con ellas los raíles del último tren que perdiste al destino.

Y sin embargo, unas simples palabras, esas que esperabas sin saberlo, pueden aparecer de la nada, susurradas por algún ángel que ha perdido el vuelo, un sueño del pasado, un recuerdo del futuro, qué se yo... Pero te dice lo quieres, lo que sabes, y tan pronto como caíste vuelves a volar.

domingo, 27 de marzo de 2011

Escoge un lugar, si encuentras un lugar que escoger...

Las raíces navarras de estos cinco músicos han crecido fuertes en tierras británicas y conseguido saltarse dos generaciones de ausencia ibérica para dar sus frutos. Nietos de pamploneses, y enamorados del país y cultura vascos, los londinenses Crystal Fighters han elevado la música en bucle a la categoría de arte. Y es que, por primera vez, no sólo la base electrónica de este tipo de canciones se repite, pone y superpone formando melodías que incitan a mover los piés, sino también los acompañamientos melódicos (en forma de txalaparta y otros instrumentos del folklore vasco) y las mismas letras entran en bucles que alejan la mente del cuerpo. Música que entra por los piés y no por las orejas:




A mí, particularmente, me gusta el tono coral y melancólico de At Home, y sus letras de perdición: "Take a place if you find a place to take, take away the way you want to walk away, make a way with my mind, my mind's away". Pero he de reconocer que escuchar la simple y casi vacía I Love London, o la compleja y metafórica Xtatic Truth (cuya letra merece la pena analizar), me hacen mover los piés y trasladarme a lugares que definiría bien la expresión "antro de perdición". Así es, este mes os dejo con Crystal Fighters y su álbum debut Star of love, música electrónica y cardíaca, y es que se me han subido de los piés a la cabeza.

lunes, 21 de marzo de 2011

Me hice una coraza tan acorazada al corazón descorazonado,
que ya no concibo otra forma de existir.

domingo, 20 de marzo de 2011

El principio del fin

Acaban de terminar las Fallas, y una frase de ellas me ha hecho reflexionar. Ayer, entre tanto ruido, petardos, fuego, bullicio, bomberos, policías... alguien me dijo: "Si empezara una guerra aquí no nos daríamos cuenta", y es cierto que Valencia parece durante estas fiestas una batalla campal. Pero esa frase me ha hecho reflexionar sobre algo que llevo mascullando mucho tiempo: si hubiera empezado una guerra de verdad, tampoco nos habríamos dado cuenta. Lo que vengo a decir es esto: los países árabes se han revelado, la ONU ha intervenido en Libia, desde donde Gadafi anuncia que el Mediterraneo es "una zona de guerra", Venezuela apoya a Gadafi, un tsunami desplaza Japón cuatro centímetros en el mapa y se desata la histeria nuclear que trae un debate encarnizado a Europa, que se mira el ombligo acogiendo a los dictadores musulmanes huidos con los que empezaba la enumeración, Obama pretende hacer historia como todos sus predecesores, por número de países invadidos, y en Islandia la población ha derribado a un gobierno entero renunciándose a pagar su deuda externa con otros países y bancos occidentales y los servicios informativos no lo nombran en absoluto, para evitar que los civiles de otros países tomen ejemplo, la corrupción en los gobiernos democráticos aumenta estadísticamente y la salida a la crisis sigue sin vislumbrarse...

Es sólo un poco de todo lo que está pasando a nuestro al rededor. De lo que lleva pasando bastantes años: cuando no Libia, Israel; cuando no Israel, Irak; o la independencia de Kosovo, o los talibanes de Afganistán, o el terremoto de Chile, o el de Haití...  Sea como fuere, cuando en un futuro se estudie la Tercera Guerra Mundial, la fecha que se tome como su inicio ya ha pasado. Puede ser el 11-S, la caída de las empresas.com o la Guerra del Golfo, pero ya hemos empezado, vamos a demostrar de qué es capaz el ser humano, vamos a acabar con nosotros mismos.

jueves, 10 de marzo de 2011

Journalismi

O lo que es lo mismo, 'periodismo' en suomi, la compleja lengua de Finlandia, país donde, desde hoy, sé que voy a pasar mi próximo curso.

Son buenas noticias, casi increíbles. La subasta, en la que objetivamente tenía pocas posibilidades, ha sido un acto circense con predecesores en la lista de adjudicación que han resultado ser personas drogadas, desorientadas o ausentes, o todo a la vez (y todo en sentido figurado). Los destinos en inglés han ido resbalando y cayendo en cascada a pesar de soler ser los más solicitados y así ha sido como mi primera opción en la solicitud, la ciudad de Tampere, ha llegado a mis manos. Un año que pasaré, además, en grata compañía, pues la otra plaza disponible se la ha quedado una gran compañera pero, sobre todo, amiga.




Y nada más, me apetecía compartir esta noticia. El año que viene seré menos periodista para ser más toimittaja. Y no nos preocupemos por lo complejo del finés, ¡que las clases son en inglés! (Aunque creo que el principal problema, más que el idioma, será el frío).

lunes, 7 de marzo de 2011

Odio...

...los días lluviosos. Y la gente que se salta los semáforos y los que dejan que su perro haga sus necesidades en la acera. Odio la gente que se queda todo el fin de semana en pijama, y cómo huele allí donde ellos están. Odio la gente que camina por el carril bici, y los que piensan que es el carril de pasear al perro, de aparcar la moto o de carga y descarga. Odio las aglomeraciones en torno a los partidos de fútbol, y la pasividad de las masas, y las opiniones fáciles. Odio la gente que promete la luna y cuando le das el Sol, desaparecen. Y odio a los que no son capaces de dar el primer paso, a los que nunca saludan primero y a los que creen que crece oro por donde pisan. Odio los que te acusan de ser materialista y tienen todos los gadgets 3G. Odio la prepotencia, y odio los padres que riñen constantemente a sus hijos por la calle, los tenderos bordes y las abuelas que critican sistemática y arbitrariamente a los jóvenes en el autobús. Odio las peticiones de amistad de gente que ni te saluda, la oposición barata y el etnocentrismo. Odio la gente que dice "Yo digo las cosas a la cara" o "Así soy yo, si no te gusta, no mires", porque suelen reflejar más falsedad e intolerancia que los que cambian palabras por hechos. Odio a los "punks" que hablan de música como iluminados, cantan letras de Heavy absurdas y llegan al éxtasis con melodías de Ska plagiadas pero no saben quienes son los Sex Pistols, el do it yourself  y Bakunin. Odio la gente que no contesta a los mensajes, los "jajaja" vacíos y la gente que te mira raro porque no llevas de tono de móvil lo último de Guetta. Odio la soledad del alma, los taxistas que no saludan y el precio del menú en la facultad. Odio los profesores que dan demasiado por sentado, las ideas extremistas y los chistes a costa de la diferencia. Odio la televisión basura, las modas pasajeras y los 40 principales. Odio los ídolos de masas, los que infravaloran las letras y humanidades, y los que no te consideran in porque no tienes una BlackBerry. Odio los ni contigo ni sin ti, los no busco nada serio ni los te quiero demasiado tempranos.

Y odio odiar y, si por mí fuera, no lo haría. Pero a menudo es placentero y, aunque odie ser hedonista, me consumo, gustosamente, en ello.

viernes, 4 de marzo de 2011

Soledad y otras desdichas

Dicen que la soledad es un bien preciado. A quién la quiera, yo se la dejo a precio de ganga. No hablo de soledad física, por supuesto que no, estoy más que rodeado de gente amable y que me quiere. Es una soledad de una magnitud mayor. Es una soledad tan espesa que se palpa, que pesa, que arrastra tus entrañas y tira de ellas hacia el fondo y puedes sentir como se van todas por un desfiladero y, encima de solo, te dejan vacío. Me refiero a esos momentos en que te pondrías la canción más triste de tu repertorio y te gustaría morir con sus notas. Esos días en que te apetece que se escriban nuevos libros que sólo hablen de miserias. En que quieres ver una película que te haga llorar hasta la última lágrima que te quede dentro. Porque lágrimas es lo único que te queda dentro, recuérdalo, estás vacío. Es la ausencia de todos y, a la vez, de nadie. Es una soledad cuyo idioma sólo habla el alma y dialogan sobre tu destino sin que tú puedas interferir aunque lo único que quieres decir es que tu muerte, por favor, sea rápida. Sientes que tu pecho encoge, por muy grande que lo tengas, por muy ancho y mucho aire que quepa. Sientes que te asfixia. Que te oprime. Que te ahoga. Que te mata. No sabes cómo ni cuándo ni porqué ha llegado esa soledad ni quieres saberlo. Está ahí. Te vigila. Forma parte de tu vida, y acabará con ella. Llora, anda, llora, que nadie va a sacarte de esta.

miércoles, 2 de marzo de 2011

No hay pecado en querer desnudarte sin quitarte la ropa.

lunes, 28 de febrero de 2011

Sobre aquella tarde

He necesitado mucho tiempo, más del que hubiera pensado, para poder ver aquello con la perspectiva necesaria para no culparme a mí mismo. Para digerir aquellas palabras, aquellas caricias y, sobre todo, para tramitar en la burocracia lejana y caótica de mi mente, el sabor de aquellas lágrimas.

Ahora nada importa ya, pero aquella tarde de verano, con la ventana abierta para que respirara nuestro mundo, sentado en tu cama, apoyado en la pared, abrazado a mis piernas, mientras tú dormías, sentí que me iba la vida en ello. Que se me escapaba el universo. Que se me desbordaba el alma. Lloré por el fin de lo nuestro, pero también por el inicio de lo mío. De lo que sólo comparto conmigo mismo en los ajetreos de mis noches de insomnio y pretéritos impertinentes. De todo lo que yo mismo he ido acomodando entre los recuerdos tristes de mi vida, ocupando los vacíos que dejan los recuerdos alegres en su fuga a otros países con menos autocrítica, menos castigo, y menos régimen de sonrisas. De las horas invertidas en tejer los descosidos de mi corazón, por donde se me escapaban las ganas de vivir. Ahora que el cristal de la distancia y los meses me deja verlo, creo que hubo sinceridad cuando te despertaste e interrumpiste mi caída libre.  No puedo darte más que las gracias. A pesar de todo, las lágrimas posteriores fueron las que más dolieron. Ojalá nada hubiera salido como salió. Hubiera preferido conocerte en otro momento, quizá hubiera funcionado, quizá hubieras arreglado el rumbo torcido de mis sueños.

Tengo la brújula rota.

lunes, 21 de febrero de 2011

Sobre la caligrafía de las lágrimas

Es como una semilla. Está ahí, la sientes, en el estómago. A veces te olvidas de ella, pero otras parece que la riegue un ente desconocido, sin motivos, y brota y su tallo trepa hasta tu laringe y, cuando parece que va a salirte por la boca, trepa un poco más y se te desborda por los ojos en forma de lágrimas. Lágrimas que cubren tu rostro, caen, pesadas, de tu barbilla húmeda a tus hombros, a tu pecho, a tu ser, y siguen mojando el resto de tu piel hasta calar y regresar al epicentro de tu miseria, donde riegan nuevamente esa semilla para que sus brotes nunca mueran. Ni siquiera cuando sonríes, aunque sea por un tiempo prolongado, aunque lleves días sin ver una nube en el horizonte, aunque creas que todo ha terminado, desaparece. La semilla sigue presente, y puedes cortar todas las veces que quieras el tallo, fingir ser feliz, que volverá a crecer, preferiblemente, cuando menos te lo esperes, y reabrirá las heridas que creías cosidas y curadas, y dejará salir la sangre para que escriba por ti esos versos tristes que no te atreves a pronunciar en voz alta, y la punzada del dolor y de aquél pasado que siempre fue mejor te traerá al presente tu autobiografía escrita a base de sudor y llantos. Y quieres gritar. Y te sientes hastiado, asqueado y mosqueado con el mundo. Sientes que no eres merecedor del afecto de nadie, nada, nunca. Estás sólo. Siempre lo has estado. Siempre lo has merecido.

Eres la única falta de ortografía que ensució la redacción pluscuamperfecta de la alegría.

domingo, 20 de febrero de 2011

Si supiera el porqué de mis vacíos los llenaría con la respuesta.
Como no lo sé, no los lleno con nada y, en consecuencia,
tengo el doble de vacíos. Los viejos abren nuevos.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Sobre trenes y lluvia

Lo oyes. Ahí fuera. Gota a gota. La lluvia desdibuja en la ventana el reflejo de tu cuerpo recostado en la cama a primeras horas de la mañana. Lo oyes, sí, es otro día gris pidiéndote un rescate por las ganas de salir a comerte el mundo que se llevó a sus entrañas hace unos días. Unas ganas que, dices, bien se pueden pudrir en ese cúmulo de nubes y gotas impertinentes. Sólo quieres girarte hacia el otro lado, cerrar los ojos... Lo oyes. Esta vez está dentro. Es el sonido del móvil. La alarma. Llegas tarde. Un día más. La ducha se convierte en el último momento reconfortante que tendrá ese día que apenas acabas de empezar, el tacto del agua que te recuerda sin explicación al cariño humano que hace demasiado que no recibes, el vapor subiendo por tu nuca como el suspiro de un ser querido inexistente mordiéndote el alma. Te pones lo primero que encuentras en el cajón roto del mismo armario insípido de siempre, su vulgar imitación de madera, sus funcionales lineas rectas ¿Cuándo aprenderá el ser humano que su especie es, por defecto, disfuncional? Desempañas el espejo con la intención de peinarte y ves tu cara inexpresiva reflejada y se te van las ganas de peinar nada, total, el peine no se va a llevar consigo el lastre de las ideas que te surcan la cabeza. Abrigo largo. Mochila con la libreta y los bolígrafos justos y necesarios. No coges paraguas. Nunca lo haces. El ascensor vuelve a no funcionar. Bajas los cuatro pisos a pie murmurando maldiciones y te cruzas con un vecino. Hola. Hola. Mera cordialidad, mantener las formas, simular ser un ser social porque es más fácil que demostrar que no lo eres. Sales a la calle. Caminas. Mismas caras de todos los días tras sus puestos de trabajo, suplicando clientes y dinero con la mirada, aunque nunca lo admitan. La lluvia va calándote el pelo, la ropa, el alma. Arrastra las ideas de tu cabeza hasta tus pies y estas llenan todo tu cuerpo, haciéndote sentir vacío. Sigues caminando cabizbajo. Llegas al paso de cebra y, lo ves, pasa ante ti: es el tren de la vida. El que has perdido. Al que nunca más te subirás.

lunes, 14 de febrero de 2011

Sobre azules intensos

-Han debido de naufragar muchos en esa mirada.

-No tantos como crees. Ni tan buenos.

-Entonces se merecían morir ahogados.

-El pasado, pasado está. No merece la pena hablar de ello, su única función es quedarse atrás.

-Al menos, a mí, déjame nadar.

Te cristalizaste sin contestar a mi petición, en otro silencio más de esos tuyos que me hacen sentir estúpido frente al abismo inquisidor de tus pupilas. Pupilas que leen el alma y dan escalofríos y vuelcos al corazón. Pupilas que son islas en el mar de tu mirada punzante, de la carta agrietada de tu vida, del polvo de tus sueños, de las letras rotas de tus canciones tristes.

viernes, 11 de febrero de 2011

Sobre peticiones e imposibles

Alguien que me valore. Tampoco es tan difícil ¿no? Vale. Sé que en realidad exijo más. Y no hablo del físico, dónde va a parar, el físico se lo comen los gusanos, y por muy poco que me valore, me tengo en más estima que a ellos. Pido que sea inteligente, que tenga inquietudes y valores, aunque no sean los mismos que los míos, pero me conformo si sabe defenderlos con argumentos coherentes. Pido que tenga las ideas claras, que sepa qué es la vida, tanto en su vertiente de dos días que hay que vivir como en su vertiente de una media de 78 años que hay que trabajar y mantener. Pido que tenga madurez, que no es algo que abunde. Y por norma general, todo lo que se derive de los aspectos dados. Pero sobretodo, pido que no me haga llorar. En los últimos meses de mi vida he llorado más lágrimas que en los 19 años precedentes, y no sé cómo lo consiguen. Debo de tener atrofiada la brújula del corazón y sólo me lleva a las costas de islas ásperas, o igual estoy a la deriva en la carta de navegación del desencanto. Quizá la tierra es plana y mi barco de papel ya se ha caído por las cataratas de su vértice. O yo qué sé.

martes, 8 de febrero de 2011

Has pinchado y no ha sangrado. Ya ves,
el pericardio también hace callo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Sobre los escritos que no me atrevo a publicar

Les tengo miedo






                                      y me hacen llorar







            
                                                              las lágrimas más amargas


Dedicado a ellos.

domingo, 6 de febrero de 2011

Sobre insignificancias y magnificiencias

Por todo lo que aprendí de las noches en vela con demasiadas cosas por decir y con tantos temas tabúes que rompimos con la yema de los dedos. Por mis silenciosos gemidos gratuitos de adolescente con sus primeras arrugas. Por tus caros gritos de experiencia y hedonismo sobreconocido. Por mi uso del plural inclusivo, por tu abuso de la primera del singular. Por mis rabietas sobreactuadas. Por tus decisiones drásticas, pero también por las sorpresas que tan bien se te dan entre silencio y silencio en exceso prolongados. Por la diferencia que no percibes entre mantenerme a un discreto segundo plano e ignorarme por completo. Por la sonrisa más bonita del mundo. La tuya. Y la mía. Por el niño que hay dentro de ti, por el adulto que hay bajo mi piel joven. Por tus imprevistos y por mis planificaciones. Por las reglas que rompimos. Por los mundos contrariados. Por caerte de vez en cuando entre mis cejas, por estirar tu agenda para que quepan mis sueños. Por dejarme el corazón a flor de piel. Por hacerme sentir la china en tu zapato, y la horma, y tu colmo. Por ser tan contradictorias tus insignificancias y tu voluptuosidad. Por tus dos caras y por la que yo no tengo. Por ver cómo sigo completando esta lista...

martes, 1 de febrero de 2011

Sobre las letras y las arrugas

Me encantan esas cartas de amor que salen en las películas donde las lágrimas desdibujan las palabras más bellas jamás escritas, esas palabras que nunca salen, o que salen en inglés, o que una voz en off hace como que lee, pero que en realidad nunca se muestran como son. Esas verdades que se esconden tras la mentira del lenguaje. Esos latidos traducidos a letras, acentos, puntos y comas que escriben universos sobre la carta de la vida. Todas las mañanas miro el buzón por si me enviaste alguna. Si me cruzo con el cartero en el portal lo penetro con mi mejor mirada, le sonrío, y veo su incomodidad por mi cara de iluso mientras lo observo repartiendo la correspondencia como un niño espera a que se abra la caja metálica de las galletas danesas (esas inolvidables galletas danesas), como un asteroide espera durante milenios el momento de erosionarse y convertirse en un reguero de luz sobre el firmamento, como una promesa. Espero esos folios que nunca llegan. Ese sello que nunca tocó tus dulces labios. Ese sobre que nunca compras de camino al trabajo. Esa tinta que nunca te atreves a usar cuando te sientas ante el esritorio antes de irte a dormir y mi recuerdo se te cae entre las cejas. Y lo sé. Pero me da igual. Sigo abriendo el buzón y tirando las facturas sin abrirlas. Sigo sonriéndole al cartero aunque haya oido comentar a la vecina del quinto que lo acoso, que soy rarito y que estoy loco, que está harta de oirme cantar canciones hechas para la gente sin problemas, de escucharme saltar en la cama como si tuviera doce años y de verme en el balcón pensativo, ajeno al mundo, sentado en la barandilla con cara de esperanzadora inocencia, como si la carta que no llega fuera a traermela una nube, que cualquier día salimos en el telediario. Y pasa el tiempo y, al final, las palabras de amor que nunca me escribiste las escribirán las arrugas sobre mi cara, junto a mis ojos, bajo mi nariz, detrás de las orejas, en la barbilla...

viernes, 28 de enero de 2011

Escapadas

En aproximadamente unas 13 horas despego nuevamente. Esta vez el destino es: MALTA. Viaje de fin de exámenes con 15 entrañables personajes.


Espero que cuatro días en medio del Mediterráneo despejen mis titubeos y las olas me inspiren para la vuelta.

miércoles, 26 de enero de 2011

Últimamente ando más expirado que inspirado.

Serán los exámenes.

viernes, 21 de enero de 2011

Sobre las melodías y los silencios

Llega un momento en tu vida en que te planteas lo que escapa a ella. Hablo de ese momento en que no piensas en la vida, en que no filosofas sobre el sentido de la humanidad, sino que empiezas a hablar de la muerte, y todos se tapan las orejas y prefieren escuchar su propia música. No sabes cómo llega ese momento hasta ti y, en el fondo, prefieres no saberlo, solo en tu balcón, mirando la noche y la vida intranscendentemente perenne de los que duermen, como la persona que duerme a tus espaldas, enredada en las sábanas tras un amor urgente, mal hecho, de pasión basura, de autoservicio, que mañana se irá a buscar el cielo en otros brazos, y te planteas cómo y porqué morimos, qué hay más allá del ensayo de esta melodía sincopada del vivir. Tocas una tecla, y otra, y otra más, de tu piel pianada, de tu cabello perfecto para tejer las cerdas burdas de un delicado violín que tramite sus notas entre la verdad y la mentira. Tocas la tecla de tu corazón bemol y entonces brotan da capo todas tus lágrimas retenidas, criadas mientras pensabas en la vida precisamente con el único objetivo de estrenar su obra de tristezas saladas en el momento en que repararas en la muerte. Piensas en las veladas románticas que te dejaste fuera de los límites de la partitura de tu biografía por no atreverte a iniciar esa melodía andante, ese diálogo allegro, con el tenor de turno, que te liberara de todas las tragedias de la ópera prima (y última, y póstuma) que es tu existencia. El miedo a vivir simplemente una zarzuela, una opereta cómica y previsible, sin sombras. Te das cuenta que en el fondo da igual de dónde venimos y a dónde vamos, nos debería bastar con saber dónde estamos, y ser felices con la banda sonora que nos haya tocado en el reparto de las agudas alegrías y las graves tristezas del planeta. Pero al mismo tiempo marchas fúnebres te acongojan y sofocan tu alma y, sin más, te tiras por el balcón. Y por fin llega el silencio que sigue a cada canción, el preludio negro antes de la gran obra que será la muerte, el final tranquilo que toda vida merece.

miércoles, 19 de enero de 2011

Sobre los límites y colillas humeantes III

Ahí estoy, sentado en la misma mecedora de todos los días, con un cuerpo que no reconozco como el mío, con una mirada cubierta por un velo que me da miedo ver. Observo mi cuerpo y, al menos, puedo descubrir en él que las experiencias que viví ocurrieron ciertamente a pesar de que muchas de ellas ya no las vuelva a recordar, a pesar de que mi memoria, cada vez más coja, haya deformado las pocas que recuerdo. Sé que en algún momento fui un niño de pueblo en esta ciudad que ahora me parece una aldea, ahora que es tan mía como la punta de los dedos que a veces ya no siento porque no me llega la sangre, o como ese hígado que cada vez da más la lata. En el asilo hay más ancianos como yo, que se sientan en otras hamacas a intentar encontrar entre sus canas la sombra de una juventud que se les fue de las manos sin darle tiempo a saborearla, y no quiero creer que soy como ellos, que mis pies tampoco aguantan mi peso, que se me cae la baba y la dignidad mientras miro la vida pasar para otros por la ventana, que me caigo en el hueco de mis arrugas y no puedo salir de ellas y de sus historias de tiempos mejores, que me despierto habiendo mojado la cama, y que sólo puedo llorar. Me he convertido en uno de esos abuelos que increpan a los jóvenes porque tienen el corazón roto de envidia, en todo lo que siempre odié, en todo lo que nunca quise. Ya ni fumar puedo, porque los pulmones insisten en recordarme los años perdidos en camas ajenas y le dan sustos al miocardio. Creía que le tenía miedo a la muerte pero no, le tenía miedo a envejecer. Y aquél niño se ha hecho ahora viejo, y de mi pueblo no me queda ni el recuerdo borroso y placentero con el que uno se va a la tumba para creer, al menos, que está en paz con el mundo, con todos los que abandoné en sus lechos mientras buscaba otros mundos nuevos e inciertos en el humo de mis colillas muertas.

martes, 18 de enero de 2011

Despierta, hace una bonita mañana

Empiezo el año con letras optimistas: Wake up, it's a beautiful morning. Y es que The Drums no es una banda, es la perseverancia hecha música. Fruto de los encuentros y desencuentros de Jacob Graham y Jonathan Pierce, dos neoyorquinos amigos y amantes de la música desde la infancia, formaron su primer grupo, The Goat Explotion, mezcla del pop más comercial y la electrónica más macarra, con el que hicieron una gira por los EE.UU. Sin embargo, no les debía ir tan bien en su relación como en su carrera, ya que apenas ters años después se separaron y se dedicaron exclusivamente a la indietrónica. Jonathan besó rápidamente el éxito de listas y ventas con su nueva banda, Elkland, mientras Jacob tuvo una transcendencia más discreta tanto con su nuevo proyecto, Horse Shoes, como al intentar revivir The Goat Explotion sin su compañero. Sea como fuere, en algún momento de toda su experiencia musical discutieron con la electrónica ambos y se reconciliaron entre sí. Y de este modo, nació en 2008 The Drums, un grupo formado con lo básico, nada de innovaciones estrambóticas ni sonidos exóticos: dos guitarras, un bajo y una batería. Y por fín, tras volver al rock más clásico fue como encontraron su verdadera identidad y su éxito entre la crítica con el primer álbum, homónimo al grupo.



Tanto Book of stories como For ever and ever, amen te pueden alegrar el día con sus ritmos sincopados, y Best friend, la única concesión que han hecho a su pasado electrónico, es una delicia auditiva. Pero sin duda me quedo con Let's go surfing, la canción que me está sacando de la locura y la soledad de este enero repleto de exámenes y horas serias. ¡Disfrutadla como yo!

lunes, 17 de enero de 2011

El presente no existe

La otra noche estuve dándole patadas al mundo y a las miserias con la ayuda de otros tres pares de piernas sobre una cama hecha con confidencias y no con sábanas. Entre risas y preocupaciones desveladas, uno llega a rotundas afirmaciones y serias conclusiones de madrugada a las que después tiene que darle vueltas entre sus propias sábanas. Si antes hablaba de transportarme al pasado, ahora hablo de cómo enfrentar el presente, del que uno siempre huye, o huye el presente de él, que nunca se sabe. Mi inexistente presente es un capricho del tiempo, es un nudo corredero sobre el que avanzamos yo y mis circunstancias por la cuerda floja de la vida. Se compone de dudas, titubeos y una incerteza constante de la que a veces creo que me he caído y me ha dejado flotando en la nada, pero es que el bote salvavidas de la incertidumbre, al fin y al cabo, siempre ha ido a la deriva, llevando al planeta entero a bordo. Dicen que los que no tienen lo que quieren de este mar de oportunidades dejadas pasar que es el mundo, es porque no se atreven a decir que lo quieren. Quizá yo sea el más cobarde. Pero ¿de qué serviría pedirle al presente que en el futuro me traiga lo que quiero, si sé que: primero, cuando el futuro se convierta en presente pasará a ser pasado mucho antes de que pueda darme cuenta de que pasó por mi vida y, segundo, lo que quiero no quiere venir? Quizá le estoy pidiendo demasiado a la providencia, al presente y a las vueltas de ocho piernas en la cama. En fin, resumamoslo en que he decidido acotar mi presente entre el último año y medio y el próximo año y medio, un margen de treinta y seis meses en los que me muevo como un nudo corredero y, he decidido que, si la segunda mitad va a ser tan intensa como la primera, me da igual no llegar más lejos. Vivo un sólido presente, me guste más o me guste menos.

sábado, 15 de enero de 2011

Sobre preguntas sin respuesta

Creo que es la primera vez que me quedo tan en blanco frente al papel. No es una des-inspiración momentánea, no. Estoy vacío.

viernes, 14 de enero de 2011

"Las cartas de amor se empiezan sin saber qué decir,
y se acaban sin saber lo que se ha dicho", Jean Jacques Rousseau.

Gente que no hubiera debido dedicarse a la filosofía.

jueves, 13 de enero de 2011

La máquina del tiempo

A veces tengo sensaciones un poco extrañas, y es que soy bastante particular. Aunque seguramente sea una de esas cosas que le cuentas a tu amigo casualmente mientras compartís unas cervezas (porque siempre paga uno y beben varios, aunque también esté el famoso por escaquearse) y descubres que le pasa a todo el mundo y que todos creían que eran únicos y particulares y descubres cuan patético es todo, en especial tú. El caso es que hoy he salido al balcón de mi habitación, que es sólo mío y da a un patio enorme con palmeras y pinos que también me gusta pensar que es sólo mío pero que en realidad comparto con un centenar de balcones y ventanas indiscretas de gente que, creo, me espía en ocasiones. Aunque yo también los espío de vez en cuando, pero le llamo ser curioso porque queda mejor, dónde va a parar. Los curiosos son entrañables y admirados, los espías, en cambio, llevan pistola, y eso nunca puede ser bueno. Volviendo de las ramas por las que me he ido sin pensarlo, he salido al balcón y la temperatura, el color de la luz, la tonalidad del aire y la calidad del conjunto me han trasladado a las tardes de Pascua tumbado en un prado al oeste de mi pueblo, un pequeño conjunto de casas más viejas que nuevas colocadas caprichosamente entre montañas, en el interior. Ha sido como estar ahí, en el mismo prado en el que como pipas todos los años disfrutando de las primeras caricias del Sol y de las conversaciones absurdas con los amigos de la infancia que, aunque cada vez están menos, siempre están para esos momentos en los que lo más oportuno es sonreír. Me pasa a menudo. Otras veces está medio lluvioso y me recuerda a las húmedas tardes de otoño leyendo en casa de mis abuelos maternos, cuando vivía con ellos porque creía que era mejor para sacar adelante bachiller que vivir con mi madre y sacar adelante mi relación con mi hermano, que siempre hizo más aguas. Menos mal que hace poco, y con eso digo meses, encontramos un parche y ahora nunca se nos escapa ni una gota. Llamamos a ese parche Eva, y es nuestra hermana de cuatro añitos, a la que me recuerdan los días soleados pero con viento, porque son bellos pero traviesos como ella. Otros días me transportan a los paseos invernales por la playa cuando hacía la ESO, a las tardes en el cine con una ex, otros me recuerdan a otras personas que han pasado por mi vida, o a momentos que repito a menudo o que, simplemente, pasaron una única pero inolvidable vez.

Es extraño, es una especie de máquina del tiempo, en dos sentidos: porque es el mismo tiempo, meteorológicamente hablando, el que me hace rememorar pasados mejores y es el tiempo, cronológicamente, el que se desdibuja y creo estar ahí por unos instantes, si cierro los ojos, me dejo mecer por el ambiente y olvido que estoy en mi balcón de la gran ciudad, lejos del pretérito. Y es que, al fin y al cabo, la única función del pasado es quedarse atrás.

martes, 11 de enero de 2011

Sobre los límites y colillas humeantes II

Apago el cigarro en el hielo fundido de su copa en la mesita de noche, por encima de su cabeza dormida en el lado derecho de la cama. Maldita sea, siempre me toca vivir a la izquierda del mundo, murmuro mientras intento salir del laberinto de sábanas sudadas sin despertarle. Tras el juego de preguntas pícaras y respuestas esquivas, de miradas que tocaban mejor que algunas manos, tras negaciones e intentos de mostrar esa dignidad con la que el ser humano sueña pero que ninguno ha visto nunca, al final encontré hueco entre sus piernas. Otro hueco más, de los muchos que salí en medio de la oscuridad, sin dejar notas, ni huellas, sólo un cigarro fumado entre remordimientos y placeres prohibidos, humeando, dibujando en la noche una sincera y sentida despedida amarga que se diluiría en el aire mucho antes de que se despertara, sin volver a saber nada de mí, que la ciudad era lo suficientemente grande para convertirse en el niño de pueblo que visitó todas sus camas sin esperar sentimientos a cambio, ni una muestra de cariño, ni un suspiro de amor. Que lo que sale del corazón sólo puede hacernos daño.

lunes, 10 de enero de 2011

Sobre los límites y colillas humeantes

-¿Podrías hacer un hueco en tu ciudad para un niño de pueblo como yo?

-Con esa carita de inocente y desvalido, ¿quién no iba a hacerte un hueco? - Me dijo con una sonrisa traviesa mientras tiraba con un gesto gracioso la colilla incandescente de su cigarro y clavaba en mí una mirada aún más encendida. Podía leer el deseo en sus labios, la lujuria luchando por saltar de sus pupilas y morderme el cuello hasta llevarme al precipicio de mis principios en medio de aquella discoteca.

-Perdona, pero no me refería a un hueco entre tus piernas.- Dije mientras apagaba, con un malogrado gesto de dignidad desconocida, su colilla con la suela de mis zapatos relucientes especialmente comprados para la ocasión, pretendiendo que viera lo  guapo que iba pero lo suficientemente abstraído como para que no pensara que hasta el último pelo encerado de mi apariencia había sido colocado con calculada mesura para ese momento programado entre temblores y alcohol.

-Pues olvídate de la gran ciudad, pequeño.

domingo, 9 de enero de 2011

Sobre follar, para qué andarse con rodeos

Me gusta la mudez de la yema de tus dedos que, sin hablar, expresan todas sus opiniones al rozar mi piel inquieta y mi boca trémula, y trazan palabras prohibidas en mi espalda. Me gusta que tus labios dibujen besos en mi cuello, el olor a salitre y tabúes de tu nuca, el humo y los sonidos ciegos que se escapan entre tus dientes al pronunciar mi nombre entrecortado por sonrisas que hablan de pasados grises. Me gusta que los olvides a mi vera, que te desprendas de tus prejuicios y dejes caer por el borde de la cama los cardenales de tu piel, que intento curar con saliva y restos de amores necios. Me gustan las risas de temor, y también el rubor que enciende en tus mejillas ilusiones que ningún otro te brinda. Me gusta ser capaz de erizar tus sueños y ponerte la piel y la ética de gallina con el roce de la vida. Me gusta el sudor en la sombra de tus párpados, y las conversaciones sordas entre mi lengua y el lóbulo de tus orejas, el idioma secreto de tus pestañas negras. Me gusta que mi cama pareciera enorme en la soledad, así ahora caben más caricias, más suspiros y más hueco para la imaginación.  Me gusta rozarte el corazón con el filo del deseo. Me gusta, aunque tenga su nosequé de oculto, de oscuro, de íntimo y pudoroso, de clandestinidad robada al tiempo, de saber que lo que estamos haciendo no es lo correcto. ¿Y qué? Por una vez voy a ser tan perro como la vida misma.

jueves, 6 de enero de 2011

Sobre cosas que matan y cosas que mueren

No voy a negar que me mata veros juntos, aunque me mate más que lo niegues. Me mata, como esta hoja en blanco. Me mata salir a comerme el mundo y no poder porque te tengo atravesado en la garganta. Y me matan las pausas, que son como dudas en el discurso de la vida que me dejan con la incerteza y el corazón incendiado porque no sé si esta será la definitiva. Me desgarra, me revienta y me desborda el alma, y a veces sangro lo versos más bonitos por ti, por los mejores besos de la creación. Besos que ni Dios había previsto y por los que perdieron las alas todos sus ángeles. Y es que nuestro lugar es el Infierno. Me mata morirme y, lo peor, me mata no morir de amor que, aunque triste, al menos es una causa digna por la que irse al agujero. Y sin darme cuenta, entre insomnio y la certeza de saber lo que callas, he enfrentado el espacio vacío del folio, he sellado sus pausas y he cimbreado sus abismos. He muerto y he resucitado tantas veces como he dudado en la siguiente frase, he decaído entre las letras de mi (in)sano juicio. Si algo me ha vuelto loco son tus mentiras, y el hueco con olor a verdad que dejabas entre ellas para seguir ilusionándome. Y todo, para decir simplemente: me mata. Me mata que hayas nacido para matarme. Me mata que no vayas a morir a mi lado.

martes, 4 de enero de 2011

Sobre infancias tardías y muertes tempranas

Recorres más kilómetros en un día de los que la mente humana concibe y en ellos ves el relejo de los últimos años de tu vida pasados por el filtro del tiempo que suele tener mejor criterio que tú y le da a todo un halo de felicidad y tiempos mejores que tu cabeza envidia, deconstruye, monta y desmonta hasta echarte en cara el maltrato al que sometes tu vida actual por una simple tontería que se te fue de las manos cuando menos creías en las cadenas y las convenciones. Miras por la ventanilla de los múltiples transportes que utilizas ese mismo día esperando ver pasar en cualquier momento el recuerdo de una libertad que en realidad sólo has visto en sueños y te preguntas el porqué de tus miserias, tus comedias y tragedias, y el porqué de las erratas y la ausencia de soluciones para los pasos que diste con la pierna coja de tu voluntad justo después de que tu razón despegara y te dejara sólo con esas razones que desconoce del órgano débil que late y da vida a un cuerpo muerto. Llegas nuevamente al hogar y aunque habías soñado, deseado, ansiado, esa llegada desde el mismo día en que partiste sólo te sirve para darte cuenta de cuan sólo estás, de lo vacía que es tu existencia y de hasta qué punto dependes del tiempo que te alquilan los demás, de sus comentarios, de su presencia, de lo que esperan de ti y de lo mucho que temes decepcionarles a pesar de que tú nunca deposites en ellos grandes esperanzas por miedo a que se las lleven en un abrir y cerrar de ojos y te dejen desnudo de ilusiones. Y cuando estás dormido, pero con los ojos abiertos, en la cima de la conciencia sobre ti mismo, en lo más profundo de los valles que has cavado en tu alma con el paso del tiempo y del dolor, descubres que en realidad aún eres demasiado pequeño para tener miedo, y que has escrito un texto enorme sólo con cuatro oraciones sin pausas ni espacios para respirar porque pretendías así desviar la atención de ti mismo y dar portazo a tus sombras antes de que ellas vayan repartiendo puntos y comas y ordenando tu memoria de modo que tu mente las vuelva a envidiar, deconstruir, montar y desmontar y engañarte haciéndote creer que alguna vez fuiste feliz.

lunes, 3 de enero de 2011

El corazón tiene razones que la razón es sabia en ignorar.