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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



martes, 26 de abril de 2011

Agarraos a la vida con las uñas y los dientes

Más tarde de lo que acostumbro, pero aquí una vez más, mi grupo del mes. Con canciones que cuentan historias y melodías simples pero que llegan dentro, Manel, un grupo de cinco catalanes en el que nadie se llama así, han recorrido diez mil millas musicales hasta llegar a la madurez con su último trabajo. Desde la conocida Al mar hasta su nuevo single, El boomerang, hay un salto instrumental increible que, sin embargo, unifica su voz humilde y cotidiana. Han traspasado la frontera del idioma y han cruzado el atlántico para llevar la cotidianeidad del ser humano hecha canción a todos los rincones. De 10.000 milles per veure una bona armadura podría recomendar todo, desde la introcutoria Benvolgut al gregoriano final Deixa-la, Toni, deixa-la. Sin embargo, os dejo un tesoro que siempre me pone los pelos de punta y trae lágrimas a mis ojos. Convenientemente traducido.



Escuchad la canción del soldadito,
que a través de un ojo de buey,
ve que vuelan unos vencejos
y, no es que entienda mucho el soldadito,
pero ¿qué quieren los vencejos?
tendrá que querer decir que la tierra está cerca.
Y tan cerca debe estar que baja el capitán
e intenta no parecer nervioso
mientras acaba la instrucción:
'Concentraos soldaditos, sed prudentes
y agarraos a la vida con las uñas y los dientes'.
Y en cubierta los hombres rezan,
y en cubierta los hombres rezan.
Y dice un 'amén' muy convencido el soldadito,
y acaricia su fusil,
intentando no pensar en nada.
Desde proa se van haciendo grandes las colinas,
soldadito, valor, valor
que depende de gente como tú la suerte del mundo.
'Pero si una bala enemiga cruza el viento
y me atraviesa el cerebro' se plantea el soldadito,
'las olas me arrastrarán y mil peces de colores
lucharán por devorar mi carne'.
Y es cuando piensa 'yo me escondo,
cuando no miren yo me escondo'.
Pero siempre miran y le barco se está parando,
las compuertas se han abierto,
y en un segundo se inunda el mar
de soldados disparando al infinito
con un soldadito en medio
que carga mientras insulta al enemigo.
Y entre bomba y bomba todo le va bien
hasta que una cae justo a su lado,
primero dice 'Qué suerte has tenido'
pero luego siente en la espalda un dolor extraño,
y al tocársela le queda
todo el brazo manchado de sangre.
Gira la cabeza a lado y lado,
se sienta en la arena y descansa.
Y mientras llega el médico, el soldadito
se tranquiliza repitiendo
que hará al volver si sobrevive.
'Iré a mi madre bien vestido,
y antes que nada le he de decir
que me perdone por tratarla siempre así.
Iré a Margarita a hacerle un hijo,
solo por verla intuir
que la quiero más de lo que me quiero a mí'.

lunes, 18 de abril de 2011

Si se escribirera un último libro...

...sería como una especie de diccionario, pero en él no estaría escrito lo que quiere decir cada palabra, sino lo que quiere decir cada persona cuando dice esa palabra, esas frases, esos laberintos de segundas intenciones y voluntades enmascaradas. Y aún así, no llegaría a comprender al ser humano.

Crismas rotas y esa pretensión inutil

Hay cosas que duele escribir. Pero me suelo poner al teclado de madrugada, y también hay madrugadas que duelen, que sangran. Madrugadas en las que creo odiar el mundo. Madrugadas misántropas en las que hago cenizas de mí mismo, y de los que están conmigo. Vuelvo a casa peinando las calles, fijándome en cada deshecho, en cada quimera y en cada persona con la que me cruzo. Pienso en sus vidas, y las siento llenas de cosas vacías, y a mí mismo, vacío de cosas llenas, en comparación. Es como si no pudiera vivir las cosas simples, como si necesitara siempre complicarme, intentar ir más allá de lo que se espera de mí, intentar desmontar pieza a pieza las convenciones y el porqué de las cosas, ver la cara oculta y la roña bajo la bonita alfombra que llamamos sociedad. Creo que mis sentimientos son suicidas. Enamorarse de quien se va lejos, enamorarse de aquello que odias, enamorarse de quien sólo se ama a sí mismo, enamorarse de alguien con quien sólo has tenido una noche de sexo. Enamorarse de quien no te va a corresponder, en definitiva. Y parece mentira que necesite el amor odiando tanto a los demás. Sus gestos previstos, sus discursos prefabricados y sus sentimientos presupuestos. Todos ansían cumplir con su papel como en una película, sacralizar lo cotidiano, elevar la mediocridad a la categoría de sobrehumano. Y en mí interior me río de ellos, y me siento mal por ello. Aunque sólo necesito un poco más de los demás, quizá una muestra de cariño, sentirme querido, apreciado, entrar en su juego desquiciado, no sé. A veces pienso que supongo que intuyo que creo que soy superior, y eso me hace sentir aún peor. En realidad los envidio, ojalá pudiera disfrutar de todo lo vacío, ojalá pudiera ser necio. Es en estas madrugadas cuando veo más atractiva la opción del suicidio que la de seguir fingiendo que estoy vivo. Nací muerto. No me malinterpreteis, necesitaba desahogarme, llorar todo esto, todo lo que a veces pienso. Creo que estoy fuera de juego en las normas de esta vida, simplemente. Me gustaría coger la crisma de la vida y partirla en mil trozos, por ser poético. Me gustaría partirme la mía, por ser realista.

Me suelo sentir misántropo. Pero seamos sinceros: no odio al ser humano, a quien odio es a mí mismo.

lunes, 11 de abril de 2011

Sobre amor y teoría de cuerdas

Hoy he dormido con la puerta del balcón abierta. Sí, sé que aún estamos a principios de abril y que están por caer las lluvias más fuertes del año, que vendrán aún los vientos de mayo a llevarse de aquí esta mentira con sabor a verano. Pero hacía calor, algo más de treinta grados, y el ligero sudor resbalando en mi piel dibujaba recuerdos con la caligrafía de tu nombre. Me he despertado y olía a vacaciones. He puesto agua a hervir para hacer ensalada de pasta como en aquél julio cubierto ahora de polvo. Me he puesto los pantalones cortos, aquellos que llevaba la noche del primer beso, mientras oía el burbujeo extrañamente estival de la cocina, me he puesto la camiseta blanca y lisa que no dice nada de mí y que me pongo cuando mi cara habla demasiado. Y me he sentido como si en cualquier momento fuera a recibir un mensaje tuyo, aunque ya he cambiado de teléfono; como si fueras a llamar al timbre, aunque ya no vives en la ciudad; como si al volver a la habitación fueras a estar en la cama, aunque hace meses que no pisas esta casa.

Dicen que los científicos quieren inventar la máquina del tiempo, hablan de cuartas dimensiones y teorías sobre espirales que almacenan la velocidad, el cambio y el espacio de los sucesos, que se pueden desenredar y desentrañar sus partículas para viajar por ellos... Estúpida ciencia, hoy es abril y he vivido un verano añejo. El corazón no conoce de tiempo. Nosotros lo inventamos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Arena en los zapatos, 'Salaam al eikun' y comino con dos horas menos y mil kilómetros más

Una experiencia inolvidable, en perfecta compañía, y con tantos contrastes, tópicos y no tan tópicos, y sonrisas de niños que no tenían nada, que alguna huella, bastante profunda, ha dejado en mí.