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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



sábado, 24 de noviembre de 2012

El caparazón

Se me educó en un mundo en el que, ante todo, lo más importante era decirle a cada persona exactamente lo que desea oír. No era una cuestión racional, ni mucho menos sana, sino simplemente un modo barato y desquiciante de mantener todos los hilos en tensión, de dejar que cada uno fuera tirando de su extremo de la telaraña sin que el insecto acabara devorado. Conforme crecí, fui amoldándome a cada uno de los potenciales depredadores limando sus dientes con palabras que regalaban sus oídos y convirtiéndolos así en cómplices, estableciendo la paz social ante el caos latente. Sin embargo uno no puede actuar toda la vida y llega un momento en que el caparazón se rompe, no porque ninguna de las criaturas al acecho lo haya quebrado, pues la artimaña de complacer arbitrariamente es la más eficaz de las terrenales, sino porque cargar con tanta complacencia acaba pesando demasiado para la coraza misma, y esta estalla. Y es que no estamos diseñados para crecer en un mundo en el que debamos de cambiar de cobertura ante cada observador, no podemos ser aquella persona que esperamos que cada uno sea, no podemos convertir cada momento en especial y cada palabra en mágica, pues al final acaba por parecernos todo tan monótono y aportándonos tan poco que la solución más cómoda es dejar de interpretar y entrar en un estado de mutismo y aflicción. Rompemos la telaraña de tanto hilarla. Se quiebra la máscara de tanto gritar tras ella. Cuando decimos que somos nosotros mismos y nuestras circunstancias, a menudo interpretamos que debemos ser nosotros mismos y las circunstancias de los que nos rodean, y acabamos convirtiéndonos en depredadores también, fagocitándonos a nosotros mismos.

Cuando críe a mis hijos no los educaré como al camaleón, ni dejaré que algún día se conviertan en la araña. Los educaré en un mundo en el que es más importante ser un lento caracol con una única concha, que un espabilado cangrejo ermitaño en continua mudanza.

lunes, 21 de mayo de 2012

Smile.

So I was riding this black bike back home, in the middle of the shiny Finnish night, where the Sun never sets down completely, and breathing with a stupid slight smile in the face. And then I needed to stop and stare to myself (that's an oxymoron, obviously, cause there was no mirror anywhere), in the top of a hill, and after remaining without reaction for a while, I just set foot on the pedal again and dropped down the slope laughing, while listening to my own voice inside my not-as-healthy-as-expected (but that's fine) mind:

Look at you. When it all started, you thought you have reached the top of your possibilities, and you were so stupidly glad about it. Now, months later, with it all broken and bleeding inside your body, with all this pains ballasting your dreams, you're happier than then and you haven't even noticed it before. So much promises, so much future plans, so much scheduled life. And one day it just blew up unexpectedly, non-sense, without any reason, just whimsically. And what were you able to do during weeks? Just crying. Just realizing that, even you thought you were so clever, with your two well-graded degrees, with your four native spoken languages with just 20 years old, with all your premature independence... You thought you already knew everything about life, but life surprised you across the corner. Now you know you will never be clever enough to understand life, to understand the others, not even to understand yourself. And that's fine. That's so fucking fine. Cause now you don't know about your possibilities, you don't know either about your limits. And even it is not real that you are unlimited, as much as you dream with being so, you can be. And your dreams broke, your future left, your plans crashed, but life goes on. And you are glad you're alive. And you're able to smile upon this fucking black bike riding brakeless the hill down to your home. Happy.

So I arrive home, lock the bike, go up to my room, put the pyjama on and go to bed smiling. Happy of having learned I won't ever learn about life.

domingo, 20 de mayo de 2012

Se acerca un final más

¿Qué decir? Han pasado horas, días, semanas y meses. A veces siento que salgo de este año siendo una persona nueva, que ha aprendido muchas cosas, la mayoría inesperadas, y que estoy mucho mejor preparado para lo que viene. La mayoría de veces, en cambio, siento que salgo de este año hecho una mierda. Era mucho más feliz antes, dónde va a parar. Se suele relacionar felicidad con ignorancia. Y hay tantas cosas que hubiera preferido ignorar...

Sea como sea, estoy a una semana de ponerlo todo en una maleta, dejar fuera los disgustos y volar de vuelta a la rutina, de vuelta a lo esperado, de vuelta a "casa". Y aunque debería de estar alegre por poder zanjar tantas cosas con tanto bagaje nuevo, me invade la tristeza. Demasiadas despedidas. Demasiados recuerdos. Zanjo, también, el canal que abrí en mi pecho y por el que ha corrido tanta sangre. Y echar tierra dentro, aunque parezca mentira, también está doliendo.

No importa la distancia, no importa el tiempo: sigo arrastrando mis errores, sigo siendo consciente de ellos y, peor aún, sigo amándolos.

lunes, 14 de mayo de 2012

Cerremos el círculo

A ti te encantaba Lynch y yo nunca supe por qué. A mí me encantabas tú y por eso nunca conseguimos acabar ninguna de sus películas. Deshicimos muchas más camas con la pasión de los veinte de las que habíamos hecho en los diecinueve anteriores sumados. Hasta que yo olía a ti y tú olías a cielo. Sobre tu pedestal, tan alto. Tan increíble que nunca acabé de vivirlo como cierto. Tan perfecto que se me acumularon todos los defectos en el hueso de la risa y desde entonces no me funciona.

Una vez conseguí que viéramos una de Kaurismaki y también dio igual porque a los diez minutos pasé de los subtítulos a tu entrepierna. Pero fue mi pequeña victoria. Ahora sólo queda el recuerdo, tu olor en mi almohada algunas mañanas, la cama deshecha y media sonrisa autosuficiente. A la otra media siempre le faltarán tus películas de Lynch para recuperar la suficiencia.

lunes, 7 de mayo de 2012

El absurdo de la existencia

El tiempo pasa demasiado deprisa y nos juega malas pasadas. Hoy mismo pienso lo que escribo y mañana lo desmiento, lo contradigo, lo despienso. "Yo soy yo y mis circunstancias" es una idea que me obsesiona últimamente. Las circunstancias están en continuo cambio y entonces yo también cambio y todo pierde el sentido. Nada es estable y lo único que cobra lógica es el absurdo. ¿Acaso no busco yo la estabilidad escribiendo este texto? Aunque mañana niegue lo que escribo hoy y entonces la estabilidad se convierta también en absurdo, en mentira. Se convertirá simplemente en un cúmulo de significados que quiso expresar un Chrístopher que ya no existe, como no existe el que empezó a escribir este texto ni existirá el que ponga el punto tras esta frase. El mundo en continuo cambio le quita el sentido a todo y con los últimos inventos ese cambio se ha vuelto aún más rápido, frenético, imparable. Inconcebible la mayoría de veces. Va a más velocidad que nosotros y cada vez tenemos menos tiempo para reaccionar, para evitar escaparnos de nosotros mismos.


El tiempo nos mata. El tiempo y los cambios que conlleva le han quitado el sentido a todo.

sábado, 5 de mayo de 2012

Somos una generación de mierda

Al grito de reinventarse o morir nos han ido empujando hasta el abismo en el que nos hallamos. Los más formados de la historia, me atrevería a decir que hasta los más inteligentes. Hoy en día hasta un niño sería capaz de llegar a la conclusión platónica del mundo de las ideas perfectas. De hecho, grandes masas de población la practican sin saberlo: véase el tipo de gente que cree tener verdades absolutas. Atiborrados de filosofía barata e ídolos prefabricados, nos matamos constantemente por brillar, por ser originales, y por llegar más lejos que nadie. No se trata de ser bueno, se trata de ser el mejor. Y realmente, ¿qué más da? Al fin y al cabo todos vamos a morir y tras ello no vamos a ser nada, mas que los libros que leímos, las películas que vimos y la música que escuchamos. Tenemos mucha cultura a nuestras espaldas. Somos cultura en potencia. Aunque se nos vea como simples consumidores de drogas de diseño.

Sin embargo, somos los mayores productores de la historia. Nuestras bibliotecas, filmotecas y cualquier otro almacén mitificado por los años serán los más grandes del transcurrir humano. Hasta la frase más terca que digamos intentando ser el centro de atención en un chat de madrugada puede ser registrada y convertida en cita célebre. Ser actores porno por un día o una estrella de por meses gracias a que nos hemos cruzado con la cámara de turno. Podemos ser gratuitamente soeces y obscenos, es nuestra propia revolución sexual, artística y, sobre todo, mediocre. Lo concebido se cae y nos dejan un mundo que podemos construir a nuestro gusto, por norma general: mal gusto.

Yo, hasta ahora, había escrito muchas cosas en este blog abandonado desde hace tiempo. Básicamente sentimientos y ese rollo kitsch que nos domina desde la adolescencia hasta que la vida nos da un par de hostias y descubrimos que todo el mundo caga, hasta este esperpento. Que todos somos pretensión y carne podrida, mortales: pero morir es el nuevo negro. Empezamos a fallecer desde el momento en que nacemos, así que hemos de correr y ser originales antes de que el resto nos copie, o de que la muerte nos adelante.

No sé qué pretendo escribir ahora en este blog, no lo voy a planear, me limitaré a reflejar las angustias propias de un niñato criado en el estado del bienestar, alienado de los problemas sociales, de lo que de verdad transciende, preocupado por meter la polla el próximo sábado en la discoteca hipster de turno. Un retrato del sistema que pretenden que perpetuemos, las personas que pretenden que seamos. Al fin y al cabo, si la sociedad no se ha preocupado por nosotros, porqué nos íbamos a preocupar nosotros por ella: somos una generación de mierda, pero de mierda de calidad.


 
Mientras escribía, sonaba esto.

domingo, 18 de marzo de 2012

Nuevo blog

No escribiré, ni de lejos, el tipo de cosas que escribo aquí, pero si quereis pasaros, haceros seguidores o lo que querais, sois más que recibidos. Herr Talot, mi primer proyecto como periodista.

A partir de ahora caeré más por ahí que por aquí (hay que empezar a abrirse hueco en la vida de las personas mayores).

jueves, 1 de marzo de 2012

Sobre el saco y el muro

Supongo que lo merezco. Seamos sinceros, no soy buena persona, nunca lo he sido. Supongo que en algún momento de nuestra vida nos crece un saco a las espaldas donde vamos echando todo lo que hacemos, sus causas y sus consecuencias, y lo arrastramos por muy pesado que sea y por mucho que a veces perdamos varios huesos en el camino. En algún momento de ese pedregoso camino la rafia del culo de mi saco debió acabar de desgastarse, harta de mi modo burdo de tirar, de mis actos indolentes y mi caminar sin rumbo. Ahora por el agujero se han escapado todos los actos buenos, y era sencillo, pues eran pocos. Los malos son demasiado grandes para colarse por el agujero y por él se han dedicado a entrar hormigas, pesadillas y las consecuencias de todo aquello que nunca hice correctamente, de todo lo que no he sabido dar y de todo lo que nunca he comprendido. Con el paso del tiempo todo se irá rompiendo y pudriendo dentro del saco y ni siquiera me parecerá mal, al fin y al cabo en esta vida siempre hay que ser consecuente, hasta para ser malo, y mi saco se merece estar tan negro como yo lo estoy por dentro. No os preocupéis, que yo lo abro y podéis seguir echando todo lo que os duela, os disguste o, simplemente, prefiráis que cargue otro. Total, sin alma esta vida no pesa, ni el saco, ni el invierno interior, ni el corazón roto.

Que toda piedra hace muro, dicen. Pues bien, necesitaré buenos cimientos.

jueves, 9 de febrero de 2012

Sobre ti

Nunca, en al historia de las miserias de este blog, una entrada me ha sangrado tanto como esta. E insisto: nunca.

Podría escribir mucho sobre ti pero, sinceramente, ya no sé qué sería cierto y qué no. Hoy en día no conozco a la persona que creía conocer, ese alguien que me dio lo que nunca nadie antes me había dado, que me abrió puertas que creía vetadas y que me regaló y provocó las sonrisas más sinceras y amplias que jamás he visto o esbozado. Siento que me tiembla la mano al pulsar las teclas y ya llevo bastantes horas sintiendo como el corazón se rompe en mi interior. Y lo que es peor, presintiendo que los pedazos afilados irán abriéndose camino en mi interior entre sangre y dolores, hasta hacerme el alma girones. Ese mismo alma que se había aferrado al endeble hilo con el que cosiste en nuestros últimos días todas mis, ahora sé que falsas, esperanzas. Y es que debiste saber que nadie da más que el que da fe y tú me hiciste invertir toda la mía en ti. Ahora todos me dicen que sonría, que siga adelante, que empieza un nuevo ciclo y que, al fin y al cabo, con esa cobardía has demostrado que no me merecías. Y todo me da igual, porque yo quiero merecerte, quiero seguir colgado de ese hilo frágil que al menos mantenía mis pies lejos de esta tierra que ahora parece baldía y seca y donde todo me recuerda a ti y a los momentos que pasamos juntos, felices, soñando. Has jugado al tiro al plato con mis sueños y supongo que en algún momento me pasará factura. Ahora miro al futuro y sólo veo ilusiones rotas, miro al pasado y sólo te veo a ti, miro al presento y veo...

El irresistible placer de dejarse morir.

lunes, 9 de enero de 2012

Sobre

...el espacio, el vacío, la levedad, el blanco (o negro, no sé). Sobre _ .

Es curioso como se puede dar la situación de que con tan sólo 20 años hayas pasado ya la cumbre de tu existencia. Los psicólogos clasifican dicha cumbre como un momento en que el ser humano se da cuenta de hasta qué punto es intranscendental su existencia, dada entre los 27 y los 33 años más comúnmente, y es tras la cual se asientan las ideas y la personalidad del individuo, así como sus objetivos vitales. Es conocida como crisis de los 30 (para algunos de los 40), y también coincide con la edad donde más común es el suicidio. Me pregunto si se puede vivir la crisis de los 30 a los 20. Yo al menos no me puedo sentir ya más instranscendente, impotente y a la deriva.

Con todo lo que tienes, con lo lejos que has llegado tan joven, con la gente que te quiere... Y otras mil frases como estas se repiten cada vez que intento explicarle a alguien el origen de mi apatía con el mundo, de mis ganas de morir, de desprenderme de la pesada carga que supone tener que irse a dormir cada noche y darle mil ciento y una vueltas a la cama antes de atrapar el sueño pensando en todos los sueños que nunca atraparás. De qué sirve tener tantos estudios, viajar tanto, saber tantas lenguas, leer tantos libros, ver tantas películas y aprobar tantos exámenes si al final lo que te hace feliz en la vida te pasará un examen que no se puede aprobar ni con estudios, ni con viajes, ni con lenguas, ni con libros, ni con películas y se basa exclusivamente en lo rápido que es capaz de latir tu corazón para que la sangre no se te congele de tanto vértigo al ver su sonrisa aparecer tras la esquina. Y se puede escapar, así, sin más, porque con lo lejos que has llegado tan joven te has quedado demasiado cerca del cielo, has rozado el Sol con la yema de los dedos y ahora tus alas de cera se deshacen en el vacío.

Y así, te encuentras con veinte años dándole vueltas a un café que lleva veinte minutos frío, en medio de una cafetería en la que te has sentado de cara a la pared para no tener que ver al resto de personas sonriendo, pensando en cual será la forma menos dolorosa de morir, porque llevas tanto tiempo sin sonreír que en realidad la muerte intelectual ya se ha dado y no te asusta la nada, tan sólo el dolor que los últimos minutos puedan suponer para tu cuerpo inútil. Intranscendente. Sin objetivos vitales.