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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



miércoles, 31 de marzo de 2010

Oh! Oh!

Me volví a equivocar. En medio de la noche, a oscuras, después de haber bailado hasta sentir que cada una de las células de mi cuerpo pedía un respiro, después de haberme bebido hasta las ganas de vivir, después de estrellar las penas contra la pista, después de estrellar y de estrellarme. Me volví a equivocar. Tras haber pasado la noche deshaciéndola en camas agenas, sí, camas, que han sido más de una. Tras haber cantado hasta que la voz decidió abandonarme, tras haber sentido el peso del mundo sobre mis hombros y haber visto a las estrellas mirándome como si fuera uno más entre ellas, allí arriba. Tras haber cruzado el infinito como un pincel en llamas dejando tras de mí la estela de la vida, tras haberme sentido parte de la creación, tras haber soñado con morir de éxtasis en el zénit de mi existencia.

Sí, volví a beber hasta perder el control en el centro de la pista y cuando desperté había ido haciendo zigzag hasta tu casa, había llamado a tu timbre y me había dejado lamer las heridas de una noche de perros en tu habitación. Me volví a equivocar.

domingo, 28 de marzo de 2010

Motivos

Huía de los grandes miedos de mi vida. Huía de la violencia, de la guerra, de los monstruos (de los de debajo de la cama pero también de los del día a día, los que solemos llamar humanos), huía de las lágrimas, del dolor y de las angustias. Huía también de los miedos cotidianos: a derramar la sal, a volar en avión, a ahogarme en la piscina, a pisar fuera de los espacios en blanco de los pasos de zebra.

Con el tiempo aprendí a vivir en un mundo paralelo en el que no existían los problemas ni tampoco los extremos, todo eran grises y matices. Aprendí a inventar una vida que me hiciera sonreir y no ver más allá de mi pequeña nariz de ignorante, aprendí a ayudar a los demás, a pensar en soluciones para ellos, para no tener que buscar soluciones para mí mismo. Aprendí a huir, sí, y a volar, y a soñar. Aprendí que en la vida todo tiene una cara amable y, peor aún, me lo estaba empezando a creer. Huía pensando que podía ser feliz eternamente, pensando que huía de todo, que había escapado a las pesadillas, a los miedos, pero...

...huía exclusivamente del roce de tus labios.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Belgium

En el extranjero..


..hasta nuevo aviso! :)

lunes, 22 de marzo de 2010

Café

Frapuccino de café y caramelo. Siempre pido lo mismo. Bien cargado, que me despeje, que me haga ver la realidad tal y como es y no como la sueño. Por el cristal del establecimiento veo las mareas de gente, que vienen y van, con sus historias, sus preocupaciones, sus dudas, sus respectivas sumas de aciertos y errores a lo largo del camino de la vida. Son como una estampida de sentimientos que salen a diario en busca de la felicidad (pero son muchos, y no hay par todos...). Avanzan por la ciudad a toda velocidad, como cometas sin destino en un cielo de acero y asfalto, parecen tan diferentes y, sin embargo, son tan iguales: todos sueñan con lo mismo, con ganar la lotería, recibir una herencia o dar el golpe de su vida para no tener que salir más a la selva urbana a invertir su tiempo (que nunca es suficiente) en buscar la felicidad. Yo sigo en la cafetería, el frapuccino ya va por la mitad, no queda nada de nata y he rebañado el caramelo con el extremo de la pajita. Miro a los demás clientes, todos han decidido dar un descanso a su ajetreada agenda para darse una pequeña alegría en su búsqueda de la gran felicidad. Miro a los empleados, caminan lento y sonríen, dan una impresión de tranquilidad, pero sus mentes corren tanto como las de los que hay ahí fuera y no están buscando sino la recompensa que les permita estar un día ante la barra y no tras ella.

Qué triste es todo. Café, hielo, nata y caramelo para hacerme olvidar que yo soy uno más, que cuando acabe con mi dosis de cafeína me tendré que levantar y saldré a la calle a correr, a asediar, a matar... en busca de un cachito de felicidad.

domingo, 21 de marzo de 2010

Humo

Indecisión. Como cuando jugábamos a contar mentiras (tralará), como cuando estás soñando y tienes esa sensación de que caes por un vacío enorme, se te encoje el corazón, todo el agua de tu cuerpo va directa a los párpados en un viaje exprés y el aire desaparece de tus pulmones y, justo cuando crees que todo acaba, despiertas en tu cama. Como sentir que el mundo está vacío, como ignorarlo cual triste banda sonora del tic-tac de algún reloj olvidado en un rincón de la memoria. Esa indecisión que es cobardía y ganas de llorar, y correr, y huir... de no afrontar la realidad. Dicen que es mejor arrepentirse de tomar la decisión incorrecta que arrepentirse de no haber tomado ninguna. Pero qué facil es vivir con la incerteza, aunque el miedo se esconda tras cada esquina.

Indecisión y mentiras. Eso es la vida, la suma de los miedos a tomar decisiones a lo largo de un espacio de tiempo que acabará borrándonos del mundo sin pensarselo dos veces, como humo, a nosotros, a nuestra decisiones (las correctas, las incorrectas, las que nunca tomamos) y en el mar las liebres y en el monte las sardinas, tralará...

lunes, 15 de marzo de 2010

Me doy de baja..


...por Fallas!

Nos vemos a la vuelta, gracias por seguirme :)

sábado, 13 de marzo de 2010

Canciones

En los buenos momentos siempre sonaba la misma canción. Esa que algunas parejas llaman su canción, esa que en las películas llaman Original Sound Track, esa que los artistas comerciales llaman One Hit Wonder, y que nosotros llamábamos simplemente canción. No hacía falta saber su nombre ni ponerle uno rimbombante, era esa canción que los dos sabíamos e identificábamos. Era la canción con la que aprendimos a volar, a cruzar semáforos en rojo, con la que nos gustaba convencernos de que el mundo seguía girando, con la que nos sentábamos en el ecuador a dejar colgar las piernas, con la que vimos por primera vez al mar hacerle el amor al horizonte, con la que se fueron los remordimientos una mañana de primavera, con la que vinieron las buenas noticias, con la que me dijiste que íbamos a ser papás, con la que construimos un futuro, con la que empezaste a estar ausente, con la que llegaron las malas noticias, con la que abortaste, con la que lloraste y con la que acabaste muriendo.

En los buenos momentos siempre sonaba la misma canción, pero sonó más en los malos. Su canción de las desgracias, Original Sound Track de los miedos, One Hit Wonder en el día de tu entierro. Canción, no era sino el latido de tu corazón.. (y se calló para siempre).

jueves, 11 de marzo de 2010

Promesas

-Nunca cumples tus promesas.

-Nunca prometo, que es diferente. ¿Para que voy a hacerlo? Las promesas se van, se pierden, se alejan, se las lleva el viento, la lluvia, el miedo, la incertidumbre, las olas, el mar, las gaviotas... siguen su rumbo hasta el horizonte y una vez allí, simplemente, desaparecen. Las promesas no existen, es una palabra inventada para denominar algo que nadie ha visto, nunca. Es jurar en vano. Es hablar por hablar. Es empeñar el futuro, robarle al corazón. Al tuyo, y al mío. ¿Porqué prometeré hacer algo que igual no querré?¿Porqué daré ilusiones a tu corazón sobre algo que quizá deje de ilusionarle? Vivamos el presente, las promesas son un trozo de pasado que compromete al futuro. Y ni el primero ni el segundo nos pertenecen. Sólo el presente, y te prometo que seremos felices.

-Nunca cumples tus promesas, esta no va a ser menos.

martes, 9 de marzo de 2010

1940


-Sois simplemente inferiores. Las diferencias son evidentes.

Lo miré sentado en su nuevo despacho, hablando con aquella superioridad que apenas unos días antes su alma, aún inocente, desconocía. ¡Habíamos compartido tanto! Sin embargo, ahora corrían tiempos distintos. Observé su uniforme, su brazalete rojo, su cabello rubio engominado, el gran ventanal que a su espalda mostraba la crudeza del mundo real, la gran mesa que a su frente mostraba el poder de la ira, el odio y el miedo a lo desconocido. Observé a quien había sido como un hermano para mí, y quise escupirle. Sin embargo, no pude más que esbozar una sonrisa gris y una mirada de lástima y compasión. Me volví hacia la puerta mientras mi antiguo amigo dejaba escapar una carcajada desbordada de desdén, me giré y, antes de abandonar su mundo para siempre, dije:

-La única diferencia evidente entre tu raza y la mía es que la mía sabe que más vale una vida, por pequeña que sea, que la nación más grande que creeis jamás, bastardos.

domingo, 7 de marzo de 2010

El tren

Ojos que no ven, sueños que se esfuman. Porque el corazón sentir sigue sintiendo, pero la vida pasa por delante de nosotros sin que queramos abrir los párpados y nuestros sueños se van con ella, y al final el tren pasa y nosotros no podemos cogernos ni al último vagón, demasiado cargado de amantes sonrientes como para dejar un hueco a desconocidos de ojos cerrados como nosotros, a seres de humo y poco más.

Recuerdo que cuando caímos en la cuenta de nuestros propios errores (de la suma de todos ellos), del montón de errores al cuadrado, multiplicados por sí mismos y a la vez por infinito, dijiste, y sentenciaste con ello: ojos que no ven, corazón que no siente.

Y yo te dije: pues ciérralos tú que yo me voy con mi corazón a otra parte, quédate con tus refranes que yo me voy con los sentidos, e hice las maletas para la vida (que yo también quiero ser uno de esos que sonríen en el último vagón...).

miércoles, 3 de marzo de 2010

Susurros

Cuantas veces susurré tu nombre al viento... Recuerdo aquellas tardes soleadas, aquellos veranos interminables, inabarcables, en que cogíamos nuestras bicicletas y pedaleábamos hasta el horizonte. Llegábamos los dos a los pies de la montaña que por entonces constituía el límite de nuestro mundo. Correteábamos junto al arroyo de aguas cristalinas que bordeaba las rocas de la ladera, reíamos entre nubes de mariposas azules e intentábamos cazar las libélulas que curioseaban entre nuestros cabellos rojizos de inocencia. Nos cogíamos de la mano y saltábamos de piedra en piedra, de sueño en sueño, y nos ruborizábamos como tontos cuando en un tropiezo nuestros cuerpos entraban en mayor contacto del acostumbrado. Subíamos y subíamos hasta la cima y allí, en una cresta desde la que podíamos observar la inmensidad del universo, dejábamos cada día una piedra más en un montón que habíamos hecho cada uno para poder subir otra vez cuando fuéramos mayores y nos hubiéramos casado y hubiéramos tenido hijos y hubiéramos dado la vuelta al mundo con ellos. Entonces subiríamos otra vez a la montaña que supuso el zenit de nuestra existencia y contaríamos cuantas piedras había, desharíamos el montón pieza a pieza, y descubriríamos cuantos días invertimos en nuestro primer enamoramiento repentino e inconsciente.

He vuelto, he cogido la bici, que está oxidada, he llegado a la ladera de la montaña, que no estaba tan lejos, he recorrido el arroyo, que ahora está seco, he ascendido entre mariposas más bien grises y he matado a una libélula molesta e inoportuna que quería enredarse en mis canas. He llegado a la cima, aunque tampoco era tan alta, y desde ella no se ve más que unos pocos kilómetros, un diminuto pedazo del mundo real. Y allí están los montones, había muchos otros que habrán ido haciendo con los años otros infantes aventureros, pero los nuestros siguen en su sitio, más altos que ningún otro... No me siento con fuerzas para contar las piedras, el mío debe de tener casi mil, el tuyo no llegará a cien. Y es que lo pateé ¿sabes? Aquella tarde en que el mundo se calló a mis pies, cuando descubrí por qué habías perdido el pelo rojizo, por qué ya no te ruborizabas, por qué no tenías fuerza para venir en la bici a atrapar mariposas... Aquella tarde pateé tu torre sabiendo que no volverías a poner nunca más una piedra, y susurré mil veces más tu nombre al viento mientras tiraba al infinito una a una las piezas que quedaban de nuestros sueños.

lunes, 1 de marzo de 2010

Pólvora

Era un ruidoso mes de marzo. Todos los meses de marzo son ruidosos en esta ciudad, se dijo a sí misma. Con toda aquella gente, tanto desconocido, aglomeración, color, idiomas, sonidos y más sonidos, era el lugar y el momento perfecto para desaparecer. Podía ser más visible que nunca y aún así que nadie percibiera su presencia, había miles de cosas que mirar en cada esquina y el ruido aparecía en cualquier momento y en cualquier lugar, sin prevenir, sin avisar. Había intentado esconderse de su corazón roto sin éxito durante meses en los mismos lugares en los que ahora resultaba invisible sin apenas proponérselo. Se juró que en cuanto pudiera dejaría de caminar entre el bullicio, se registraría los bolsillos, los dobladillos de los pantalonesy hasta el interior de los calcetines y sacaría de todos sus rincones hasta el último recuerdo de él, los escribiría en un pedacito de papel que doblaría siete veces (no se puede doblar más veces un papel, probadlo, ella lo había intentado muchas veces, tantas como esconderse de su corazón) y después arrojaría todos esos miedos y espinas del pasado a algún rincón en llamas en la noche de aquella ciudad que había empezado ese mismo día su nacimiento, su esplendor y terminaría con su muerte para renacer de sus cenizas.

Había llegado, no había otro momento mejor que el ruidoso marzo para hacer ruido y reparaciones en su interior.

Ya han llegado, sí. ¿Alguien me dice de qué ciudad hablábamos ella y yo?