TWITTER | BLOG

Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



jueves, 30 de junio de 2011

Sobre Valencia

Era un dos de septiembre de 2009. A Valencia se mudaba un chico del que no creo conocer nada ahora, alguien totalmente ajeno y diferente a mí. Las personas somos nosotros mismos y nuestras circunstancias. Circunstancias como esta ciudad, como su gente, como lo que aquí descubrí....

Me gustaría llevarme al norte su olor a jazmín en verano esparcido por Blasco Ibañez, a azahar en la primavera de Tarongers y a mojado en el otoño lloviendo sobre Serranos, a pólvora en marzo, a qué si no, y a salitre cuando el viento sopla de levante sobre Ayora. Cogería los adoquines de Ciutat Vella y los levantaría uno a uno para que en mi ausencia no pudierais caminar por ella. Me metería en un bolsillo su Sol bipolar, su Luna gigante y esa luz que incendia el atardecer en la Malvarrosa. Rompería uno a uno los semáforos de Colón para dejar su tráfico enloquecido en estado de espera. Me pasearía por Quart una última noche, cámara en mano, queriendo atrapar su silencio y su ruido, quedarme con el alma modernista de Cánovas en la memoria de los sueños, y facturar en mi avión todos los buenos momentos enterrados en un metro sin linea 2. También empaqueto mis lágrimas, esas de las que más he aprendido, a la sombra de la Lonja y el Mercat. A mimetizar los colores de Velluters, a asimilar el ritmo de amores a susurros en un tranvía perdido en Pont de Fusta y a cicatrizar en sus baches, montado en una bicicleta recorriendo la Alameda. Y ante todo, pondría en pausa a todos y cada uno a los que dejo aquí. Os echaré de menos, a algunos más de lo que creéis. Me gustaría que el año pasara y al volver esto siguiera como si nunca me hubiera ido, como si Valencia sólo existiera en mí y conmigo, que el Parterre siguiera en flor y la Seu presidiendo noches sin sueño a la brisa del verano, y aunque suene egoísta hablo desde un profundo suspiro que llevo días anudado en el estómago y me dice: has sido feliz.

Es un 30 de junio de 2011. De la ciudad se muda un chico del que comienzo a estar orgulloso. Me llevo estas calles en el corazón. Me dejo en ellas un sueño. Valencia, en un año nos vemos.

martes, 21 de junio de 2011

Sobre ellos

"No sé exactamente en qué momento de estos días tomé la decisión, o cual de todas fue la lágrima definitiva, la que le dio la vuelta al panorama y aceleró los latidos hacia el precipicio de la despedida..."

"Que esto no es un adiós, sino un hasta luego es algo que sé de sobra, pero que no consuela. La vida avanza y uno aprende que, tarde o temprano, el adiós verdadero llega, y a veces sin haberlo previsto..."

"Sé muchas cosas de ellos, y aun así nunca acabaré de conocerlos, y estoy tan seguro que metería la mano en el fuego sin quemarme y sin riesgos, porque riesgos y desventuras es algo que nunca he vivido a su lado..."

"No puedo sentirme sino orgulloso de gente que supera sus miedos y se sube a una montaña rusa a contracorazón, de gente que puede convertir un regalo a él en un regalo al resto, de gente que..."


He intentado escribir esta entrada hasta cuatro veces. Llevo pensándola incluso semanas antes de que llegara el momento. Simplemente, no puedo. Creo que ELLOS no caben en una entrada. No caben en un texto, ni en un blog, ni en una pantalla... No caben en una vida. Y voy a necesitar muchas para disfrutar de cada uno de ellos.

Les echaré de menos.

Lloraré. Las lágrimas amargas más dulces de mi vida. Un año más. Un año menos.

sábado, 11 de junio de 2011

Sobre Platón y otros caparazones

Llevas tanto tiempo enfermo que ya no te recuerdo sano. Sí creo recordar un tajo brillante en tu cara seria que se asemejaba a una sonrisa. Y creo recordar un mar de picardía al fondo de esas pupilas. El resto ya está muerto. Las horas se empujan unas contra otras y van cayendo por el precipicio, una a una, hasta el fin de mis días en esta ciudad. Me iré y pasarán muchos meses antes de que vuelvas a verme por estas calles, por estas aceras, por estas miserias. Ni siquiera sé si para entonces seguirás viendo, o te habrá hundido en tu ceguera. En esa enfermedad que tiene su principio y su fin en tu propia cabeza, en exceso amueblada. Yo te hubiera ayudado a hacer mudanzas, a tomarte la vida un poquito menos en serio. No voy a mentir y reconozco que fue esa seriedad y esa visión tan profunda de la mentira humana lo que me atrajo de ti, lo que me ató a tu cama. Pero, seamos sinceros, no llego a los veinte años, y no estaré esperando eternamene a que te reposes, revivas y salgas a buscarme entre los trastos de esta ciudad. Me voy lejos y conoceré a muchas personas más con una vida y un pasado de tormentos que contarme, mientras tú te vas encerrando en ese caparazón, rodeándote a ti mismo, muriendo en el centro de tu espiral de lágrimas. Cuando vuelva seré otro, y quizá me halle en el punto en que por mucho que te reinventes ya  no puedas sorprenderme, ni aportarme nada. No eres el hilo de oro en el laberinto, ni la brújula en la selva, ni el oasis en el desierto. De todas las lecciones de la enciclopedia del hombre te faltó por aprenderte la entrada de lo prescindible. Nadie es único, nadie merece toda mi atención. Se me agotan los días, no lo hagas por mí, hazlo por ti: despierta ya. O calla para siempre.

miércoles, 8 de junio de 2011

Sobre noches frías, noches cálidas

Siempre mantuviste la preocupación de ser algo vulgar. No te preocupes, que no fuiste un monstruo más, fuiste el peor de todos. Te arrastré en la conciencia tanto tiempo que a veces aún me despierta el tintineo de las cadenas en las noches más frías. En las noches más cálidas, en cambio, me pierdo en mis propias manos y me dejo llevar por tu recuerdo. Hay ciertas horas del día en que pienso sistemáticamente en ti, el resto del tiempo lo invierto en tratar de olvidar el cardenal en mi conciencia, pero pesa. Cuando abandonaste la casa te dejaste el periódico del día y tu perfume. El primero lo tiré, ya sabes que prefiero enterarme de los problemas cuando ya los han resuelto, y el segundo lo guardé con mucho cuidado en el cajón para usarlo poco a poco. Hoy he abierto el cajón y se había evaporado sólo. Supongo que es una señal. Todos los fantasmas de mi presente confabulan, aunque no me quita el sueño, uno se acostumbra a vivir con sus llantos. Hoy es tu santo y aunque no lo celebrabas nunca yo te hubiera hecho un regalo. Me hubiera perdido entre tus manos y acabado en ti, para variar. Las mías van a explotar, dejaron atrás la suavidad por el castigo. Sea como sea, pasará.

¿Recuerdas aquél café amargo que siempre bebías y que yo odiaba? Aún sigo comprándolo.