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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



lunes, 29 de noviembre de 2010

Sobre calles sin fin y horizontes

No sé como llegamos a este punto ni me atrevo, tan siquiera, a querer saberlo. Y es que, te advertí tantas veces que llegaríamos al final de esta avenida, que había empezado a creer que sólo existía en mis amenazas y que las avenidas de nuestras vidas se habían unido en una infinita. Que mirábamos adelante y las farolas de nuestros sueños se unían en un punto incierto del horizonte por donde salía y se ponía todos los días el Sol, por donde asomaba y se escondía todas las noches la luna: el principio y el fin de nuestras preocupaciones, lejano.

Pero el tiempo se ha acumulado en las esferas de nuestros relojes, las agujas me empujan fuera de ti y he de marchar. Ahora que el hueco que me hice bajo tus omoplatos, en el lugar donde nacían tus alas, que has perdido sin saber muy bien cuándo, dónde ni cómo, se ha vuelto frío e incómodo, he de marchar. Ahora que sé que te quiero, como lo supe siempre y nunca quise admitirlo, he de marchar. Y para cuando te diga que te echo de menos, te habrás marchado tú. De estas avenidas infinitas, de este horizonte sin problemas, del cobijo de tus alas... he de marchar. He de marchar. He de marchar...

sábado, 27 de noviembre de 2010

Sobre crecer y todo lo que crece con ello

-Hacía años que no pasabas por aquí. Casi me había olvidado de ti, y es una pena, nunca llegamos a solucionar lo tuyo. ¿Qué te trae de nuevo? ¿Has cumplido con las espectativas que tenías de lo que te deparaba la vida?

-Supongo.

-¿Supones?

-No sé muy bien en qué consistía cumplir con las espectativas.

-Pues crecer, hacerte una chica responsable, madurar, cumplir con esas metas que te ayudan.

-¿A qué?

-¿Cómo?

-¿Que me ayudan a qué? Todo este tiempo sólo me ha servido para darme cuenta que cumplir con las metas y crecer y ganar responsabilidades a lo único que ayuda es a que crezcan tus problemas contigo. No solucionan tus miedos, sino que traen nuevos y, encima, te hacen culpable de ellos. He aprendido que lo que el mundo espera de mí es que sea una chica insípida más, una mancha más en el retablo impresionista que compone la mano irónica de la vida con un pincel de miserias sobre el lienzo imprimado de la soledad. Porque por muchas manchas de colores que junte, todas y cada una de ellas son un punto aislado, vacío y sólo. He crecido, sí, y he cumplido con la espectativa de ser otra mancha de pintura en el retrato edulcorado del mundo. Lo siento si, en vez de salir de color, salí negra. Siento no cumplir con vuestras espectativas. Lo bueno es que, en cuanto a mí, nada me ha podido decepcionar. No os volvais a preocupar, en serio, nada me ha podido fallar porque nada esperaba de vosotros. Y ahora, si no le importa, abandono esta habitación rutinaria y sus trabajos y sus prejuicios. Me fugo de su manicomio, ese al que llaman edad adulta.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sobre la distancia y los movimientos planetarios

Ahora que estamos a solas, y que hemos apagado nuestros corazones en ascuas para que su ensordecedor latido no ahogue nuestra voz... Ahora que hemos aprendido de los golpes de la vida, y de la vida oculta tras cada golpe, y de las astillas que se desprendieron de nosotros cada vez que caímos... Ahora que sabemos que el único fallo consistió en conocernos en el momento equivocado, con las circunstancias erróneas, el tiempo al borde del precipicio y el mundo corriendo a contracorriente.... Hablemos.

Podemos hablar de qué hubiera sido de nosotros si hubiéramos escuchado al corazón cuando no quería ensordecernos, si hubiera seguido prendiendo en él aquel fuego que apagamos con distancia y tierra de por medio, si hubiéramos devuelto cada golpe con una sonrisa, cada astilla con una caricia y cada caída con un nuevo acelerón, si nos hubiéramos conocido mucho antes o tan sólo instantes después de todas las adversidades que se nos echaron encima juntas como una noche sin amanecer previsto, si hubiéramos parado el tiempo, si le hubiéramos cogido ventaja a la translación de este planeta de locos. Hubiera pasado que ahora no hablaríamos, porque no haría falta. Y hablar contigo me encanta, aunque nos tenga envidia la distancia y nos siga manteniendo a cada uno en su sitio. Lejos del otro, en definitiva, pero cerca gracias a las palabras con las que cada noche hago malabares para intentar vencer los kilómetros de separación, al menos, en mis sueños.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Sobre el infinito, y más allá, y más acá

Aún recuerdo con una sonrisa cuando jugaba a esconderme en mi montaña de juguetes y mi madre no me encontraba. Cuando me metía dentro de la funda del edredón y viajaba al centro de la Tierra. Cuando la barandilla de las escaleras era un arriesgado circuito para mis cochecitos. Cuando veía una y otra vez esa película en la que un muñeco decía "Hasta el infinito y más allá" y yo me asomaba a la ventana y lo repetía y creía que podía salir volando por ella.

Pero pasé de jugar con juguetes a ser el juguete en las manos de otros. Y tras mucho trastabillar y rasparme las rodillas y los codos por nada, y tras tropezar y levantarme, más veces a la fuerza que por voluntad, tras todos los titubeos que escribieron fracasos a fuego en mi piel, y tras abrírseme descosidos por donde se escapaba mi alma de algodón, me convertí en el muñeco roto que soy.

Y ahora ya no quiero ir más allá, me conformo con el más acá. Con lo más cercano. Con que vuelvas de tu viaje al infinito y te hayas cansado de romper muñecos y te apetezca coger hilo y aguja y empezar un nuevo juego conmigo. Pero esta vez firmemos primero un final feliz, que un mismo corazón de trapo no aguanta dos embestidas tuyas, por mucha cuerda que me des.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Un pequeño cambio:

Tras mucho tiempo, he llegado a la conclusión de que el reproductor automático de música podía molestar un poco. Así que, ahora, pondré, donde estaba dicho reproductor, un video de alguna canción que iré cambiando mensualmente. La música es para mí un arte que amo al nivel de la literatura, y este blog no sería lo mismo si no os hiciera partícipes de lo que escucho.

Inauguro con Infinity, de The XX, un grupo para muchos extraño, incomprensible y demasiado alternativo. A mí, en cambio, me dice mucho y, en particular esta canción, con cuya letra me siento demasiado identificado a veces, me hace evadirme. Su disco es el último que he comprado y, tanto en el contenido musical como en la presentación física, es lo mejor de este año. Un pequeño tesoro para los oidos que recomiendo sin duda alguna.



Gracias por seguir soportando mis ideas discordantes.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sobre empequeñecer

Pocas veces es tan difícil enfrentarse al papel en blanco. Parece un mundo inmenso e incierto a nuestro alcance, y da miedo alcanzarlo. Más cuando uno quiere hablar de lo que me dispongo, de cómo he empequeñecido, de cómo siento que lo seguiré haciendo, de todo lo que no volverá a hacerme grande.

Siento que en poco tiempo conocí la gloria y, a la vez, la miseria. Mi vida no es que haya sido un camino de rosas, y si lo fue, desde luego, estaban podridas, porque siempre he sentido ese olor a flores muertas y el aliento de lo triste acariciando mi nuca. Aún así, antes era inocente, ignorante, y era feliz. Sabía que había problemas, pero generalmente los solucionaban unas cuantas lágrimas e invocar a papá y a mamá. Ahora no.

Siento que soy diminuto, porque cada vez me valoro menos, pero es que cada vez veo menos necesario valorarse, y esto se convierte en una serpiente que se muerde la cola, cuando no la lengua. He perdido compañeros, he perdido amigos y he perdido conocidos. He perdido esperanzas, he perdido sueños y he perdido ganas de alcanzarlos. He perdido a quien amaba. He perdido felicidad y he perdido autoestima. He perdido confianza, he perdido afabilidad y he perdido simpatía. He perdido muchas lágrimas por el camino, y las que me quedan. Y he perdido la fe en que no perderé las cosas y personas que he ganado últimamente, si es que no las he perdido mientras escribía ésto.

Siento que encojo, que cada vez mi cuerpo alicaído hace más presión sobre mi corazón ya de por sí pequeño y débil. Siento ganas de llorar hasta deshacerme, y ganas de evadirme de este mundo, de meterme una noche entre las sábanas y desaparecer entre ellas y no ver un mañana, que nadie más me encuentre ni se acuerde de mí ni piense dónde estaré. Siento ganas de no ser yo y, lo que más miedo me da, últimamente sólo siento odio, odio hacia mí mismo, y el odio de los demás.

Siento que empequeñezco. Empequeñezco. Empequeñezco.

lunes, 15 de noviembre de 2010

-¿Alicaído significa que a alguien se le han caído las alas?

-¡Qué cosas tienes! ¿Cómo va a significar eso? Alicaído es triste, debil, sin ganas de nada. Simplemente. Las personas no tienen alas. Siempre estás preguntando tonterías.

- ¿Sabes? Me gustabas más cuando volabas.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Me han repetido tantas veces que soy profundo
que a veces pienso que no voy a poder escapar de mí mismo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Sobre darle la vuelta a las cosas

A veces me miro al espejo y me asalta esa sensación de que no me gusta lo que veo en mi reflejo. Y es entonces cuando pienso en darle la vuelta a mi piel, en rebobinar mi historia, en mirar la cara mala de la vida desde la buena y las sombras desde el Sol. Los días que antaño fueron abismos abiertos en el calendario se volverían ahora los más felices que pasamos juntos y aquellos pocos que pasamos juntos se volverían los escasos que nos separaron.

Desde mi nueva piel, puesta del revés, vería el mundo más bonito aunque menos humano, o quizá sería esto último lo que lo haría un lugar mejor. Los pájaros en la tierra, los mamíferos en el mar y los peces por el cielo. Tú conmigo. ¿Qué más podría pedir? Hacer mi corazón reversible, ya que no conseguí hacerlo impermeable.

jueves, 11 de noviembre de 2010

POMpomPOMpomPOMpom

¿Lo oyes? Yo aún hay veces que creo que también, sólo a veces.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Sobre la lluvia en días soleados

Es en esos cortos suspiros entre susto y susto, de esos sustos que te da lo cotidiano, cuando realmente te sientes vivo. Notas que todo es impredecible, que el futuro no está escrito, y notas la palabra libertad tatuándose en tu piel. Pero no libertad en el sentido idílico, sino libertad en un sentido tan amplio que da miedo.

Es cuando sales a la calle un día soleado y, cuando vas caminando, empieza a soplar una brisa que parece querer desnudarte, descubrir tu cuerpo y tus secretos más íntimos, con la inocencia de un niño. Pero el niño crece y el aire se convierte en un viento adolescente que, si pudiera, te tumbaría en medio de la acera para desnudarte sin inocencia ninguna. Y entonces llega la lluvia, que puede ser una lluvia cierta que no esperabas, o puede ser una llamada tuya, un mensaje... al fin y al cabo, que hagas acto de presencia un día de esos en que creo que te he olvidado, que formas parte de predicciones meteorólogicas pasadas, que caiste sobre paragüas rotos pretéritos.

Aún así, aún te llueves sobre mí de vez en cuando y llego a mi destino con la cara empapada y los labios temblando. Repiquetean mis dientes al decir tu nombre y siento ese frío que antaño fue el calor de un abrazo. ¿Sabes? Odio los días soleados y, extrañamente, amo las noches lluviosas. Al menos en la oscuridad puedo imaginar que son tus dedos los que repiquetean en el cristal de mi ventana.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Sobre mí

Quizá llegó el momento de darme un homenaje. Hace tiempo que creo que he dejado de escribir lo que siento. Es como si hubiera caído una capa de nieve sobre mi corazón y no se percibe que por el negro horizonte vaya a asomar ningún Sol en los próximos meses. Siento que todo está lejos. Siento. Y ya es mucho decir teniendo en cuenta que los sentimientos no han hecho más que jugarme malas pasadas en los últimos tiempos. A veces uno, cuando da más de lo que recibe, da también más de lo que tiene, y se queda vacío. Me asusta mirar en mi interior y comprobarlo. Certificar que ya no hay nada, que no volveré a ser la persona interesante y autosuficiente que fuí antaño. Que ya nadie va a encontrar algo que merezca la pena en mí y, estando así las cosas, que no voy a encontrar un hilo con el que coser lo descosido, esos huecos en las ganas de vivir por donde se me escapa el alma. Mentiría, también, si no dijera que he probado varias agujas ya, pero todas salen torcidas o despuntadas. En vez de coser mis miedos han pasado por los agujeros que ya había del bordado anterior y los han rasgado, los han desanchado, haciendo que cada vez sea más dificil encontrar un buen sedal que me saque de este pozo en el que, voluntaria o involuntariamente, me he sumido. Había llegado el momento de darme un homenaje y, releyéndome, parece que me haya cabado mi propia tumba. Ahora, almas de este mundo, echadme tierra encima. Total, yo seguiré buscando inútilmente un hilo entre las lágrimas y los gusanos.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Sobre el periódico de hojas amarillas

Abro los ojos y la luz blanca reflejada en la pared me golpea como un puñal. Huele a perfume, a tabaco y a sexo. Miro el reloj: las doce del mediodía. Me miro a mí mismo, al borde de la cama, con un pié desnudo colgando del colchón, mis sábanas blancas enredadas en la pierna, trepan por mis caderas y me tapan hasta el pecho. Me dispongo a girarme para despertarte con un beso y... no estás.

Me vuelve a golpear la luz, esta vez la que entra desde el otro lado de la cama. Me tapo con la almohada intentando asfixiar mi mal humor matinal y, tras minutos de discutir conmigo mismo entre dientes, me incorporo. Desenredo las sábanas de mi cuerpo y con ellas dejo atrás mi único abrigo ahora que no están tus besos. Salgo al balcón y recibo otro día de otoño, aunque por lo menos hoy ha salido el Sol y, entonces, lo recuerdo. Tú no estás aquí, ni estuviste anoche, ni estás hace tiempo.

Salgo al salón y veo mi montón de periódicos viejos. Cojo el último que leimos juntos, cuando nos reíamos de los problemas del mundo abrazados en el sofá. Ya está amarillento y en la última página puedo leer como escribiste en tinta azul, de boli bic, junto al crucigrama: Cuando pase el tiempo conocerás a alguien más, y me olvidarás, y es que es lo normal, aunque nos de rabia siempre ocurre igual.

Es el último estribillo de nuestra canción. Cómo iba yo a saber lo que nos vaticinaba. Tiro el periódico y vuelvo a la cama, en alguna hora del día llegará alguien que quiera meterse en ella y hacerme olvidarte por un momento.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Sobre pájaros, papeles y una pluma traidora

Me gusta imaginar que seguimos tumbados en el césped de aquél parque. Sí, el que tú y yo sabemos. Que la hierva es más alta que mi nariz y, en consecuencia, sólo me deja ver el perfil de tu cuerpo paralelo al mío y, después, la inmensidad del cielo. Y el Sol, que brilla en lo alto porque el invierno es aún un mito. Y los pájaros, que revolotean dibujando fantasmas de un otoño pésimo sobre nosotros, aunque yo no quiero verlo. Ya vendrá el tiempo en que lo sufra, cuando las nubes grises se sincronicen con mi reloj interno. Cuando tenga que empujar el minutero para poder dar la próxima inspiración, si no he perdido todas las fuerzas expirando.

Pero no quiero que mi pluma se deslice por esos lances negros. Hoy escribo para recordar lo bueno. Tus sueños como bolas de papel rodando sobre el verde suelo, empujadas por la brisa veraniega que huele a tu cuerpo. Quisiera saber qué escribías en aquellos folios que luego dejabas correr y que yo no me atrevía a abrir. Sí, tenía miedo. Temía que hubieras escrito lo peor de mí en ellos. O peor, que hubieras escrito sólo lo bueno y por eso lo dejaras volar, escapar de nosotros y borrarlo de tus recuerdos. En el fondo, las bolas de papel recorriendo el césped eran la sombra del vuelo de los pájaros de mal agüero. Y mi pluma se ha vuelto a escapar por donde no debía.

Me gusta pensar en tu risa y en tus empujones y en cuando la gente nos miraba extraños por demostrar tanto amor en un lugar público y pacífico como aquél parque. Le hacíamos la guerra al civismo, a lo establecido y a lo bien visto. Eso me encantaba. Ser más guerreros que amantes, más fugitivos que ejemplo a seguir. Aunque quizá fue eso lo que te cansó y te convenció para dejar de contestar a mis llamadas, para evitarme en la calle e incluso para hacer como que no me conocías. ¡Mierda! ¿Es que ni tan sólo puedo acabar un párrafo tan bien como lo empiezo?

Mejor lo dejo aquí por hoy. Quizá otro día mi pluma no insista en emborronar mis historias con tu ausencia. Quizá sea mejor olvidarme de ella, abrirme las venas, y empezar a escribir con sangre lo que con tinta no entra.