Hay libros que no se pueden, o no se deben, leer hasta tener una cierta edad. Cien años de soledad hay que leerlo a los 18, cuando se descubre el mundo con la misma mirada ilusa con que García Márquez descubrió Macondo. La soledad era esto está para la crisis de los 30, y Lolita, para la de los 40. Romeo & Julieta se lee con los primeros amores, y Rimas y leyendas con las primeras relaciones...
Con el libro que prometí escribirte pasaba lo mismo. No estaba hecho para que lo leyeras cuando aún nos amábamos. En él plasmaba todos los miedos que me acechaban cada noche, de despertar sin tí, de que las sábanas se hubieran vuelto frías al amanecer. Escribía todas las tardes que me pasaba esperando a que volvieras del trabajo y pensando que quizá habías decidio no volver. Reflejaba toda la ansiedad que me producía la idea de que un día dejaríamos de tocarnos, de vernos, de amarnos... Por eso nunca te dejé leerlo, pensé que no podrías comprenderlo hasta que todos los miedos que había escrito se hubieran hecho realidad.
Quizá si hubiera escrito sobre lo mucho que te quería, sobre las noches que calentamos las sábanas, sobre las mañanas que despertaba y aún estabas ahí, sobre las tardes que volvías del trabajo con una sonrisa en la cara y me preguntabas qué estaba escribiendo y yo te respondía "tonterías" y arrancaba el folio de la Benedetti y lo arrugaba y lo echaba a la papelera, sobre mi esperanza de llegar a viejos juntos... Quizá todo habría ido de otra manera.
Aunque tampoco te habría dejado leerlo, ya sabes, siempre tengo miedo, por una o por otra, a que se cumpla lo que escribo cuando es malo o a que dejara de cumplirse, cuando es bueno, si lo leías.
Con el libro que prometí escribirte pasaba lo mismo. No estaba hecho para que lo leyeras cuando aún nos amábamos. En él plasmaba todos los miedos que me acechaban cada noche, de despertar sin tí, de que las sábanas se hubieran vuelto frías al amanecer. Escribía todas las tardes que me pasaba esperando a que volvieras del trabajo y pensando que quizá habías decidio no volver. Reflejaba toda la ansiedad que me producía la idea de que un día dejaríamos de tocarnos, de vernos, de amarnos... Por eso nunca te dejé leerlo, pensé que no podrías comprenderlo hasta que todos los miedos que había escrito se hubieran hecho realidad.
Quizá si hubiera escrito sobre lo mucho que te quería, sobre las noches que calentamos las sábanas, sobre las mañanas que despertaba y aún estabas ahí, sobre las tardes que volvías del trabajo con una sonrisa en la cara y me preguntabas qué estaba escribiendo y yo te respondía "tonterías" y arrancaba el folio de la Benedetti y lo arrugaba y lo echaba a la papelera, sobre mi esperanza de llegar a viejos juntos... Quizá todo habría ido de otra manera.
Aunque tampoco te habría dejado leerlo, ya sabes, siempre tengo miedo, por una o por otra, a que se cumpla lo que escribo cuando es malo o a que dejara de cumplirse, cuando es bueno, si lo leías.
Increíble. Increíble.
ResponderEliminarQuizá porque yo tengo algo escrito sobre el miedo, que terminó sucediendo.
Dios. Me encantó tu entrada, lo juro.
Muás.
P.
Yo no sé si lo entiendo pero leerle es como alcoholizarse con ganas... una droga más para los sentidos.Muy recomendable.
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