-Tú y yo apenas hablamos.
-¿Cómo que no? ¡Nos pasamos las horas hablando! Hablamos de todo, empujamos las agujas del reloj por delante del tiempo con nuestras conversaciones, aprovechamos cualquier motivo para hablar: el vuelo de un pájaro, el sonido de la lluvia sobre el agua, aquella tarde en que derribamos el cometa Halley, cuando aprendimos a ver el color de los besos, cuando me dijiste a qué olían las despedidas...
-No, tú hablas. Y yo escucho. Tu hablas de los pájaros en tu cabeza, de tus lluvias y tormentas mentales, de cometas que sólo giran en tu órbita, de besos que sólo tú te das y de despedidas que nunca creíste que sucedieran, pero ¿sabes? Ésto es una despedida. Me he cansado de tu berborrea, confundes hablar con ese discruso centrado en tus miserias y que no tiene interrupción. Aquí no hay solución, no hay conversación, en tu mundo sólo existes tú y yo no puedo seguir desgastándome donde no hay espacio para mí, prefiero una vida sin ti.
-¿Cómo va a ser una vida sin mí? Eres demasiado callado, por eso tengo que llenar tus silencios.
-Siempre encuentras la excusa perfecta para justificar ese ego. Deberías haber aprendido a disfrutar de mis silencios como yo aprendí a la fuerza a disfrutar de los recovecos entre tus palabras, donde creía encontrar el espacio para mí que tu corazón no me daba.
-¿Cómo que no? ¡Nos pasamos las horas hablando! Hablamos de todo, empujamos las agujas del reloj por delante del tiempo con nuestras conversaciones, aprovechamos cualquier motivo para hablar: el vuelo de un pájaro, el sonido de la lluvia sobre el agua, aquella tarde en que derribamos el cometa Halley, cuando aprendimos a ver el color de los besos, cuando me dijiste a qué olían las despedidas...
-No, tú hablas. Y yo escucho. Tu hablas de los pájaros en tu cabeza, de tus lluvias y tormentas mentales, de cometas que sólo giran en tu órbita, de besos que sólo tú te das y de despedidas que nunca creíste que sucedieran, pero ¿sabes? Ésto es una despedida. Me he cansado de tu berborrea, confundes hablar con ese discruso centrado en tus miserias y que no tiene interrupción. Aquí no hay solución, no hay conversación, en tu mundo sólo existes tú y yo no puedo seguir desgastándome donde no hay espacio para mí, prefiero una vida sin ti.
-¿Cómo va a ser una vida sin mí? Eres demasiado callado, por eso tengo que llenar tus silencios.
-Siempre encuentras la excusa perfecta para justificar ese ego. Deberías haber aprendido a disfrutar de mis silencios como yo aprendí a la fuerza a disfrutar de los recovecos entre tus palabras, donde creía encontrar el espacio para mí que tu corazón no me daba.