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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



jueves, 10 de junio de 2010

Miserias: el final.

Esta vez las instrucciones eran sencillas: Plaza de la Traición, a las doce de la noche. Era un rincón del centro histórico, iluminado por una sola farola que teñía de azul los adoquines negros y siempre húmedos de una plaza en decadencia, sin árboles, sin comercios, sin vida. Sólo una farola, mil adoquines, y la encrucijada entre cuatro calles con más historia que gloria.

Llegué con dos minutos de antelación, y fueron los dos minutos más largos de mi vida. Pensaba que los gatos se iban a asfixiar en tan largos maullidos, que la oscuridad se engarrotaría de abrazarse a las paredes tanto tiempo, que la Luna iba a descolgarse de su morada. La farola parpadeaba soñolienta y entonces hoy los pasos. Unos zapatos de tacón rojos aparecieron en la esquina con su caracterítico toc-toc-toc, banda sonora de un final abierto. Las largas piernas de mi víctima se veían níveas y contrastaban con la sombría elasticidad del tiempo, sus manos, su cuello, sus labios rojos... Núria.

No comprendí qué hacía ella allí hasta que en su rostro vi una mirada de decisión que no podía llevarla allí por casualidad. Nos miramos, nos medimos. En su mano tenía una navaja. Empezó a llorar. Caminó hasta mí y me miró con un odio que no era capaz de desentrañar.

-¿Qué haces aquí?

-¿Sabes?- Dijo entre lágrimas a unos centímetros de mí.-Nunca olvidé la muerte de mi novio. La venganza fue un dibujo que siempre estuvo trazándose en mi mente. Decidí que, si no podía con las sombras de mi pasado, me uniría a ellas. Sabía que había muerto por encargo, acudí a los que se cobraron su vida y les pedí saber quién lo había matado a cambio de todo el dinero que pude sacar de mis padres antes de que nos arrojaran a la fosa del olvido. Lo que nunca pensé es que los pasos me llevaran hasta ti.

Se me derrumbó el mundo. Ahora comprendí cómo podía tener una cita con mi víctima, pes era yo mismo. No había acudido a los cobradores, ellos habían venido a mí. Núria...

-Pero, cariño, era otro tiempo, yo... yo...-Las palabras se deshilachaban en mis labios.- Perdóname.-Pedí llorando mientras acariciaba su rostro. Y en ese instante pude ver en su rostro la bondad, el perdón y una luz más intensa que la de la farola. Ví la vida, vi a nuestro hijo, y con su beso comprendí que me perdonaba. Luego se giró y se llevó la banda sonora de sus tacones otra vez a la oscuridad, y yo me quedé en el centro de la plaza con el corazón atravesado por la navaja.

5 comentarios:

  1. He sentido la navaja, te juro que la he sentido...

    au!

    besos de mariposa.

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  2. Desgarrador completamente...y no es mentira,más que cualquier navaja ;) Da gusto encontrarse estas perlas por estos mundillos :) Brillante, con sonido de tacones incorporado ;)
    Un abrazo!!!
    Favole

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  3. Aun estoy pensando si el final es predecible o impredecible!
    es increible de todas maneras.
    Mua.

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  4. Creo que la historia ha sido muy buena, pero yo la he visto predecible, y mira que tú habitualmente consigues sorprenderme, no ha sido el caso en esta historia...
    Que por cierto he encontrado varias erratas que me han parecido increibles verlas en tí...supongo que falta de tiempo

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