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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



jueves, 7 de julio de 2011

Sobre melatonina y abismos

Das un paso. Otro. Y otro más. Todos de espaldas. Caminas sin ver lo que te espera porque ante tus ojos se alza un mundo basto de buenos recuerdos y sonrisas tejidas con estrellas en el mapa de lo eterno. Das otro paso más sin ver lo que tienes detrás. Un paso más a ciegas y entonces sucede... Tu corazón cae en picado. Estaba ahí. El precipicio. El acantilado al final de tu mundo de fantasías y buenos momentos recolectados mientras olvidabas las espinas de sus tallos. Todos esos te quiero que nunca dijiste, los que no te susurran, los que nunca te dirán. Todas esas palabras vacías, los mensajes de amor, las promesas incumplidas. Todo ese cenagal de desencuentros que te habías empeñado en olvidar pero que han trazado un camino paralelo a ti y se han encontrado justo debajo de tu talón para tirar fuerte de esa sonrisa tejida, para apagar todas y cada una de las estrellas que la cosen, para desgarrar el mapa bordado con eternidades y otros inventos del ser humano para sentirse libre, como la juventud, como el dinero, como el bien y el mal.

Y es que en el fondo amas ese dolor. Eres un esclavo más de tus miserias guardando cola en el desencanto. Otro ser humano que sabe que, en realidad, los momentos alegres no tendrían sentido sin sus respectivas sombras. Y te recreas en la caída en picado y sin freno de tu músculo cardíaco al borde del colapso, deseas el crepitar de las lágrimas, deseas las noches suicidas, y deseas volver a eyacular todos tus momentos de congoja para poder morirte a gusto. Morir llorando. Como se nace. Como se vive. Como se es humano.

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