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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



viernes, 31 de julio de 2009

Acción. Reacción.

Cuántas veces no abré echado en falta un hombro sobre el que descargar mi rabia, y no mis lágrimas. A veces las palabras hieren más que las armas, será por ese suspiro divino que las anima, Y Dios se hizo verbo suelen decir los creyentes. El resultado es que dejan cicatrices en el alma, cicatrices de esas que se resisten a la sutura, a los antibióticos y al cariño. Cicatrices eternas.

Empiezo a notar el cansancio, cómo se rompe esa coraza que me he creado para resistir la ira de las personas, para negarme a ver la maldad. Mejor dicho: Mezquindad. Que no es lo mismo, no.

Pero ya llevaba demasiado tiempo fingiendo ver el vaso medio lleno y, como todo lo que sube baja, mi mundo se ha vuelto a caer. Nuevamente unas manos sucias, concretamente necias, lo han echado a rodar sin rumbo fijo, y esta vez ya no quiero conocer el destino. Laissez fair, laissez passer.

Me echaré a llorar (sí, por fín, llorar) sobre las piedras, y que me abriguen del frío los vientos, del miedo este cielo, del sueño los sueños, del hambre mi eco...

martes, 21 de julio de 2009

Borrones

Te dije no me ames y me contestaste te amaré. Te dije un hasta nunca y me prometiste un pronto te veré. Y así, llevándome siempre la contraria, avanzamos por la vida directos a un final anunciado, conocido con antelación, conscientes de la brevedad en la que podía sumirse la felicidad de la que gozábamos.

Yo había vivido mucho, demasiado. Guerras, hambre, injusticias... Había sufrido lo insufrible y había visto morir a los mismos que había visto nacer. Una lágrima tras otra, una desgracia sobre un mar de anónimas desdichas humanas, aquellas que se extienden más allá del horizonte de Occidente.

Tú no habías vivido tanto, pero también había sido demasiado. Golpe tras golpe, insulto tras insulto. Una daga eternamente pendiente sobre tu único capricho, ser feliz. Quizá no habías salido del país ni habías sobrevolado los desiertos y los océanos en medio de un enjambre de bombas, como yo, pero habías surcado todos los desiertos y mares de las desgracias cotidianas.

Y ahora, pasado todo aquello que no es sino penúria, tan fielmente descrito como todo aquello que nos pasa camino de la muerte y que, extrañamente, llamamos vida, aunque la vida sea lo único que no logramos preservar de dicha odisea, nos habíamos encontrado al final del camino. Nos habíamos dado la mano y habíamos reído durante nuestros últimos dias leyendo palabras de amor en nuestras arrugas y sonrisas de esperanza entre nuestros dolores.

Por fín, tras llorar y sufrir, tras morir, habíamos conseguido que todo aquello que un día nos dolió y prendió hogueras en nuestra conciencia fuera ahora borrones de tinta sobre una carta de amor metida en una botella lanzada al océano en busca del último naufrago de aquella vieja leyenda que hablaba de la felicidad.

Y una vez muertos, empezamos a ser borrones que vivieron de verdad.

martes, 14 de julio de 2009

Siempre

Siempre supe que la palabra siempre nunca tuvo sentido. Aún recuerdo las veces que prometí escribirte una canción, cantarte un poema, soñarte un futuro. Todos los veranos nos subíamos juntos en aquella bici azul celeste mía y recorríamos las costas: yo, en el sillín, y tú, abrazada tras de mí. La brisa marina despeinaba tu sonrisa y pedaleabamos con todo el tiempo por delante, avanzando entre las rocas, siempre paralelos a las mareas, saludando a las gaviotas, diciendo adiós a los problemas. Reíamos. Cuando se alzaba la luna, nos sentábamos al borde del acantilado, con las piernas colgando, y yo dibujaba en tu piel palabras de amor con mis labios. Olíamos el salitre en nuestros cuerpos y oíamos el rumor de las olas pronunciando nuestros nombres desde la eternidad.

Pero entonces pasó todo, y yo empecé a ir sólo en la bici y a sentarme sólo ante el acantilado. La brisa marina se convirtió en lluvia y el rumor de las olas en el de las tormentas. Todo se volvió tan triste que hasta el tiempo se vistió de luto en tu despedida. Ahora soñaba conducir perpendicular a las mareas y saltar por lo acantilados en lugar de observarlo todo desde lejos...

Aún sigo sabiendo que la palabra siempre nunca tuvo ni tendrá sentido, y por eso vengo al mismo acantilado, conduciendo la misma bici azul celeste, ahora oxidada, y me siento a recordarte exactamente en el mismo lugar donde arrojé hace años tus cenizas.

lunes, 13 de julio de 2009

Auto de Fe

Hoy hace un año que lo dí todo por perdido. Qué iluso. Debería haberlo dado por perdido mucho antes, antes incluso de ganar algo, antes incluso de albergar la esperanza de ser algo en tí y sin tí nada. He creído pasar miles de ratos felices junto a tí, pero los rompiste todos en añicos. He creído volar por mis ventanas cojido de tus manos, pero rompiste todos los cristales uno a uno. He creído soñar en tu sonrisa mientras me mecía el sonido de tu voz, pero quemaste en tus labios todas las palabras y suspiros de amor. He creído saber por primera vez lo que era amar, y ahora se realmente lo que es, amar es el inicio de amargura y el final de la felicidad. He creído y por creer creí muchas cosas: he creído en tí. Y es que nunca me enseñaron que sólo hay que creer lo que ves, y yo empecé a ser ciego cuando te conocí.

Hoy hace un año que lo dí todo por perdido y, extrañamente, hace un año que lo voy ganando todo.

viernes, 10 de julio de 2009

Rigor mortis

El cuerpo aún está caliente. La mesa sobre la que descansa, por descontado, fría. Del frío de la muerte, del frío característico de ese preciso momento en que las almas deciden abandonar los cuerpos, arrastrando tras de sí un gélido invierno. Del frío que cala hasta los huesos y lo más profundo del corazón. La copa en mis manos, y, a pesar de dos cubitos de hielo, extrañamente caliente, un poco de sex on the beach y rock'n'roll en la mirada. Un poco de lascivia, ¿y qué? Puesto que habremos de morir, hablemos de morir. Los cuerpos son: nacen, crecen, olvidan, mueren. Y al olvido se reduce todo, historias de amor sobre cocaína y un poco de smell as heroin por vía intravenosa, hasta el corazón. Whisky on the rocks y también on my sábanas. Bloody mary y shaking it toda la noche y despertar más cerca del hoyo, del final trás la limitada escena que supone nuestra vida en el contexto total del estreno del año: la muerte. Puesto que habremos de morir, hablemos de vivir. Bailar, cruzar calles infinitas camino a nuevos horizontes, música alta, reír y ser tu droga por unas horas. Meterme en tí como nieve que resbala y cala hondo en tu sonrisa. Quemar un amanecer más sobre tu piel. Desenfreno y nada más, unas horas en el espacio, un espacio en unas horas. Y entonces el cuerpo se enfría, yo me bebo mi copa y me dispongo, por fín, a realizar la autopsia.

jueves, 9 de julio de 2009

Al filo

Me sentía caminar sobre una cuerda floja, pero por más que alzaba mis brazos y ponía mis manos al compás del horizonte, no hallaba el equilibrio. A un lado, el pasado: lo conocido, lo acostumbrado, lo aborrecido, lo SEGURO. Al otro, el futuro: lo desconocido, lo alterable, lo entretenido, la esperanza, la diversidad, los nuevos horizontes y posibilidades, el MIEDO. Diecisiete años seguro de qué decisión tomar y justo en el momento exacto en el que había que materializar dicha decisión, surgieron, como en una especie de Big Bang desafortunado, todos los miedos y dudas del mundo dentro de mí. Si hubiera podido escoger, habría cogido unas tijeras y habría cortado la cuerda sobre la que caminaba, para dejar en manos del destino la decisión de mi vida, qué lado tomar, que fuera dicha caída la respuesta a la incertidumbre y así, no tener nada de qué culparme. Pero no, rechacé la opción de las tijeras, de los cuchillos, de las espadas y de cualquier objeto afilado, y alzando nuevamente mis manos al filo del horizonte, salté hacia el futuro. Aún no sé si me deparan buenas o malas experiencias, pero sea como sea, no podré culpar al azar, y es que no hay mejor sentimiento que el sentirse responsable de sus propias decisiones.

martes, 7 de julio de 2009

Te hablaría de amor, me hablarías de amar.

Pasaban las horas y te veía dormida en aquella camilla, cubierta por una sábana blanca, como tu inocencia. Vestida con un apagado camisón azul, como el cielo infinito que te esperaba. Tu piel pálida, como la vida, triste vida. Tus ojos cerrados y bajo ellos dos ojeras más elocuentes que las palabras. Tu pequeña y preciosa cabeza coronada por la más sincera y desgarradora nada. Apenas trece años y ya sabías más de la Muerte que de los juegos de niños. Apenas trece años y ninguna esperanza. Cuando abrías los ojos, hablábamos de volar. Hablábamos de reír. Hablábamos de vivir. Era curioso, porque sabías perfectamente que tu vida caminaba directa hacia su punto y final, y sin embargo hacías como si en cualquier momento fueras a levantarte de esa camilla y me fueras a decir que todo había sido un juego más, como cuando hablábamos de soñar. Me escondía en el baño y en los pasillos para dejar correr las lágrimas. Me abrazaba a enfermeras que apenas me conocían, y, es curioso, pero a veces los desconocidos son los que mejor nos comprenden. Tú veias en mi rostro delator que las lágrimas habían corrido por él, más me sonreías con la sonrisa más amplia que jamás había visto. Yo me acercaba y besaba tu cráneo desnudo mientras tú me hablabas del mañana, yo te hablaba de amargura y tu me hablabas de amar. Un día, cuando llegué a la habitación llevando en las manos mi café de todas las mañanas, tus ojos se habían cerrado como siempre, la diferencia es que esta vez no volverían a abrirse. No sé como lo supe, la habitación permanecía en la misma calma etérea de siempre, tú al fondo, junto a la ventana por la que miles de veces habíamos soñado escapar volando, con su luz sobrenatural barriendo tu rostro, perfilando tu sonrisa, una sonrisa de descanso, de paz. Tus manos se cruzaban sobre el pecho y en tus labios aún podía leer el último "te quiero" que nunca conseguiste pronunciar, y que sin embargo es el más ensordecedor que jamás he oído. Yo te hablé de pasión, de ganas de huir, de jamás regresar. Tu me hablaste de adiós, de silencio y morir, de volver a empezar. Cojí tu mano y, con la esperanza rota y el corazón destrozado, me senté a tu lado, con la única ilusión que el minutero del reloj empezara ahora a correr hacia atrás.

lunes, 6 de julio de 2009

Relaciones Personales

Leí hace un tiempo que las personas creábamos los nombres genéricos para evitar establecer estrechas relaciones con todo lo que nos rodea. Para no poner un nombre propio a cada árbol, a cada roca, a cada grano de arena de un desierto inmenso. Pero, realmente, ¿Qué nos impide hacerlo? Hablar con cada rosa, follar con cada nube, besar cada "Adiós". Poder llamar a cada árbol por su nombre y que nos cuenten todo lo que han vivido. Siglos y siglos de secretos, de historias de amor sobre sus raíces, de historias de traición bajo sus ramas. Poder cantar con cada piedra y tumbarnos a dormir sobre ellas mientras nos susurran palabras de amor a los oídos. Los seres humanos podemos entablar relaciones personales con todo y, sólo eso, es lo que nos hace diferentes. Así que, para empezar a vivir intensamente, fuguémonos a la playa y empecemos a nombrar a las olas.

sábado, 4 de julio de 2009

Amores de esparto

Brisas de invierno
Que llenan de hielo
Toda mi locura
Y la atan a un velero.

Brisas de talento
Podrido en el yelmo
Que hay sobre la estrella
Que alumbra mis sueños.

Tormentos de oro
Que bañan mis ojos
Cubiertos de lluvia
Caída en mi otoño.

Tormentos de plata
Que mojan mis playas
Costas de deshonra
Y ríos de esperanza.

Escondrijos de fango
Con gatos amargos
Que arañan mi alma
Y hunden mis barcos.

Escondrijos de cera
Que inundan aceras
De mi pecho dolido
Y cubierto de espera.

Botones de acero
Que imponen un velo
A mi orgullo dañado
Que pierde su seno.

Botones de dioses
Que son superiores
A mi espíritu triste
Que les rinde honores.

Candados de hebras
De hilo y de hierva
Que quema el silencio
Que carcome mi madera.

Candados de tela
Cosida con letras
Compuestas por odios
Que secan macetas.

Transplantes de salas
Repletas de balas
Que espantan vampiros
Que queman mis alas.

Transplantes de heno
Que llevan el fuego
De todos mis aullidos
Y todos mis recuerdos.

Bandidos de prisa
Que roban sonrisas
Y llenan mis calles
De humo y cenizas.

Bandidos de ramas
Que ahogan fantasmas
Y apagan las luces
De mi canción en llamas.

Amores de esparto
Que apagan mi llanto
Que desatan soledad
Y hieren mis manos.

Amores de esparto
Que me tienen harto
De tanto rebuscar
Compañía en mi cuarto.

viernes, 3 de julio de 2009

Mareas

Notaba como el mar se llevaba mis sentidos a solas. Las olas se llevaban mis sueños a ciegas tras una marea. Y a mí me dejaron sólo, atado a mi balsa muerta. Sólo y arruinado, sordo, escuchando tus sirenas. Y el mar cruel y despiadado, desterrando a las estrellas, se metió por mi garganta, dejándome mudo, y se llevó mis sonrisas. Se llevó mi vida. Se llevó todo y no pude volver a sentir tus caricias sobre mi piel, ni el frío del agua ni el calor de la muerte deseada. Mi piel ya no sentía nada, el tacto se fugó a reinos más tranquilos por encima de las aguas. Y tras esquivar eternamente el respirar no tuve más remedio que intentar coger oxígeno donde evidentemente sólo habia agua, ni olfato, ni vista, ni tacto, ni gusto, ni oído, ni nada. Porque a veces las mareas suben lentamente y tocan la punta de nuestros dedos descalzos sobre los piés en la arena, abrazados. Y otras veces suben hasta el cuello y acaban con toda esperanza.

jueves, 2 de julio de 2009

El Rincón de los Olvidos

Qué triste es recordar
Que pude oír tu llanto,
Que te quise hasta el final
Y aún hoy te quiero tanto.

Cómo duele perdonar
A la muerte traicionera
Que tan pronto fue a apartar
Tu persona de esta tierra.

Qué dolor se desquebraja
En mis ojos soñadores
Rompiendo las esperanzas
Y rasgando los amores.

Lágrimas de cristal
Que ruedan por mi cara
Desgarrando mi faz
Y haciendo jirones mi alma.

Qué difícil fue admitir
Que tu nunca volverías,
Y hoy solo quiero fingir
Tu regreso cualquier día.

Qué silencio dejaste
En todos mis rincones,
Mis labios desgastaste
De tanto sollozar tu nombre.

Qué miedo llevo dentro
Generando torbellinos
De sentimientos negros
Que queman mis sentidos.

Cómo arde el corazón
Al pensar en tu sonrisa
Que le daba a cada són
Su ritmo y su sintonía.

Qué duro reconocer
Que el final siempre es el mismo
A veces el que nos vió nacer
Ve también como morimos.

Qué triste la realidad
Y la muerte que la acota
Marcando el feo final
Que siempre nos acosa.

Las venas tan desvaídas
Desprovistas de su sangre
Son ahora despejadas vías
Por donde sólo corre aire.

Los harapos y el veneno
De la vida al acabarse
Que se lleva los recuerdos
Para empezar a olvidarte.

¿Qué lugar en la memoria
Es más pobre, árido y hastío,
Que el llamado en las historias
El rincón de los olvidos?

¿Qué lugar en esta vida
corresponde a cada amigo
cuando su boca no respira
y va al rincón de los olvidos?

¿Qué sentido tiene el hecho
de vivir para morirnos
y hacer un camino maltrecho
al rincón de los olvidos?

Y al final sólo queda esto,
En el rincón de los olvidos:
Nacer con lo puesto
Y morir con lo vivido.

Carreteras

Relámpagos que antes eran coches, edificios, jardines, puentes, farolas. Borrones que ya no son personas. Flashes que una vez fueron sonrisas. Todo un paisaje impresionista, a través del cristal. Toda una vida a la que damos la espalda. Todo. Y seguimos nuestro camino y cruzamos avenidas, autopistas, túneles, puentes, rotondas, arcenes. Y el paisaje cambia y lo vemos todo impasibles. Dejamos atrás presente y futuro y viajamos al pasado. Fabricamos sueños enmarcados con suspiros en el cristal. Vemos a través de ellos nuestra vida que se aleja. Y a lo lejos sólo quedan los relámpagos, los borrones y los flashes. Y nosotros en nuestro asiento nos dedicamos a viajar, y a olvidar.

miércoles, 1 de julio de 2009

Rutina

Caminamos con los piés undidos en el fango del día a día, sin reparar siquiera en que a veces entre el fango crecen pequeñas flores. Amapolas. Hijas rojas de la sangre que sudamos día sí, día también, para poder sobrevivir a la inmundicia de la rutina. Gotas de sangre, pero flores al fín y al cabo, pétalos con la secreta intención de alegrarnos a diario nuestro eterno trotar hacia un día más, idéntico al de ayer, idéntico al mañana. Regadas con lágrimas. Golpeadas por el viento de nuestros suspiros. Pero firmes. Se mantienen en pie y siguen brotando del fango y al final, cuando queremos darnos cuenta, el fango se ha convertido en una pradera, y con nuestro triste esfuerzo de cada día hemos conseguido la felicidad: cinco minutos para poder soñar. Y volver a empezar.

As de corazones

-¡Que le corten la cabeza!

Así, como en un cuento de Lewis Carroll, el mundo patas arriba y nosotros dispuestos a desordenarlo. Tú, el gato sonriente y yo, el señor del extravagante sombrero. Tú y tus manos fugaces paseando por mi pelo, yo y mis piés lentos pateando las preocupaciones. Juntos damos caza al conejo del reloj. Juntos detenemos el tiempo. 364 días para celebrar nuestro No-Aniversario. Y en la Tierra nos dejaríamos los miedos, las historias sin sentido, las pesadillas y los pesares. La guerra, el hambre y la injusticia. ¿Para qué? En nuestro mundo tendríamos todo lo que quisiéramos, un paraíso de naipes sin cierzo que lo tumbe. Un infierno pintado de pan de oro.
Una reina envidiosa de nuesta lujuria, de nuestros cuerpos desnudos abrazados sobre las sábanas blancas, dibujando a nuestro paso suspiros y palabras de amor que sangran corazones en la cama. Que manchan de tinta tus pestañas. Que cubren de silencio mi razón. Y la pierdo, cuando la reina ordena, por nuestra lujuria y desenfreno, por el tiempo que pasamos andando a fuego lento, amando a tropezones, sin prisas y sin tiempo, que me corten la cabeza. Que me rompan en pedazos. Que despierte de este sueño. Que tú nunca me has amado.