viernes, 3 de julio de 2009
Mareas
Notaba como el mar se llevaba mis sentidos a solas. Las olas se llevaban mis sueños a ciegas tras una marea. Y a mí me dejaron sólo, atado a mi balsa muerta. Sólo y arruinado, sordo, escuchando tus sirenas. Y el mar cruel y despiadado, desterrando a las estrellas, se metió por mi garganta, dejándome mudo, y se llevó mis sonrisas. Se llevó mi vida. Se llevó todo y no pude volver a sentir tus caricias sobre mi piel, ni el frío del agua ni el calor de la muerte deseada. Mi piel ya no sentía nada, el tacto se fugó a reinos más tranquilos por encima de las aguas. Y tras esquivar eternamente el respirar no tuve más remedio que intentar coger oxígeno donde evidentemente sólo habia agua, ni olfato, ni vista, ni tacto, ni gusto, ni oído, ni nada. Porque a veces las mareas suben lentamente y tocan la punta de nuestros dedos descalzos sobre los piés en la arena, abrazados. Y otras veces suben hasta el cuello y acaban con toda esperanza.
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Pues si la marea sube hasta el cuello, habrá que nadar con todas las fuerzas y salir a flote.
ResponderEliminar;)