-Han debido de naufragar muchos en esa mirada.
-No tantos como crees. Ni tan buenos.
-Entonces se merecían morir ahogados.
-El pasado, pasado está. No merece la pena hablar de ello, su única función es quedarse atrás.
-Al menos, a mí, déjame nadar.
Te cristalizaste sin contestar a mi petición, en otro silencio más de esos tuyos que me hacen sentir estúpido frente al abismo inquisidor de tus pupilas. Pupilas que leen el alma y dan escalofríos y vuelcos al corazón. Pupilas que son islas en el mar de tu mirada punzante, de la carta agrietada de tu vida, del polvo de tus sueños, de las letras rotas de tus canciones tristes.
Quizás ya te dejara nadar haciéndote sentir eso...
ResponderEliminarQuizás haya mares que solo se dejan nadar cuando encuentran la esencia salada.
Saludos