Sale de la discoteca, chaqueta en mano, que el tejemaneje de cuerpos calientes del interior nunca la deja abrigarse. Se enciende el cigarrillo y mira a los transeúntes mientras se pone el abrigo. Borrachos variados tirados por los suelos de la calle, con el alma sesgada entre fiesta y fiesta. Quinceañeras que se han puesto los primeros tacones de su vida y se han pintarrajeado y han escondido su inocencia bajo el colorete para aparentar diez años más y entrar al local de moda. Los porteros de siempre, copiados y pegados en todos y cada uno de los accesos a una caja de música rota donde adolescentes y no tan adolescentes acarician su alma con la última droga de diseño. Tira el cigarro al suelo, lo pisa con sus diez centímetros de tacón negro sobre la escarcha de enero, se coloca los oscuros mechones sueltos de su pelo inquieto, se sube un milímetro más la falda, lo justo para que se le intuyan los desencantos, se retoca el pintalabios rojo y se ríe de si misma. Para un taxi.
-¿Dónde siempre, señorita?
-Sí, al infinito.
Y se aleja de la realidad que le escupe el retrovisor.
Retrovisores escupe realidad, prefiero verlos lejos..
ResponderEliminarRealista manera de describir la noche..