Ves ese prado verde recién cortado, y el olor de la hierba sesgada te inunda.Los pájaros vuelan bajo y su canto te inspira la desconfianza típica de los diciembres jóvenes. De esos primeros y fríos días de mes que no estás seguro de haber empezado con buen pie. Cierras los ojos, porque lo que quieres es sentirte sólo. Ajeno al tráfico, al humo y a las personas con sus preocupaciones inútiles y banas. Agudizas el oído y al cabo de unos minutos solo oyes las lágrimas del cielo plomizo golpear una a una las hojas del árbol que hay sobre ti, caer en tu cabeza, mojar tu pelo, bajar por la mejilla e iniciar un trayecto secreto por dentro de tu ropa, hasta calarte el alma. Los últimos don nadie que perturbaban tu tiempo, que ensuciaban tu prado, que envidiaban tus pájaros, han huido de la lluvia refugiándose en sus casas asépticas y sus inquietudes vacías.Y tú ahí sigues, en medio del parque, bajo la tormenta. Te crees superior al resto de personas, crees que todo el mundo es un invento estúpido que nunca se ha parado a pensar en qué sentido gira, y por algunos instantes tocas la felicidad y la verdad con la yema de los dedos. Luego todo se aleja y sigues solo en el parque, empapado. Los truenos y los relámpagos han dado paso a la noche amarillenta y parda de la ciudad y tú intentas volver a cerrar los ojos intensamente, quieres recuperar lo que habías conseguido por milésimas, esa sensación de que no necesitabas a nadie, de que la lluvia se llevaba tus temores y tus sueños frustrados. Pero sólo consigues oír un débil susurro que dice: ya ha pasado, ya ha pasado... Y no volverá.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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Pues demos gracias por lo que duró, porque me hiciste sentirlo totalmente. Gracias, lo necesitaba, me acabas de servir de terapia.
ResponderEliminarMua!
Pues yo pienso que es necesario hacer balance... y no todo puede ser Malo... ni todo bueno... así que a equilibrar la balanza, niño bello.
ResponderEliminarMuaks!
LaNiñaMariposa.