Aún recuerdo con una sonrisa cuando jugaba a esconderme en mi montaña de juguetes y mi madre no me encontraba. Cuando me metía dentro de la funda del edredón y viajaba al centro de la Tierra. Cuando la barandilla de las escaleras era un arriesgado circuito para mis cochecitos. Cuando veía una y otra vez esa película en la que un muñeco decía "Hasta el infinito y más allá" y yo me asomaba a la ventana y lo repetía y creía que podía salir volando por ella.
Pero pasé de jugar con juguetes a ser el juguete en las manos de otros. Y tras mucho trastabillar y rasparme las rodillas y los codos por nada, y tras tropezar y levantarme, más veces a la fuerza que por voluntad, tras todos los titubeos que escribieron fracasos a fuego en mi piel, y tras abrírseme descosidos por donde se escapaba mi alma de algodón, me convertí en el muñeco roto que soy.
Y ahora ya no quiero ir más allá, me conformo con el más acá. Con lo más cercano. Con que vuelvas de tu viaje al infinito y te hayas cansado de romper muñecos y te apetezca coger hilo y aguja y empezar un nuevo juego conmigo. Pero esta vez firmemos primero un final feliz, que un mismo corazón de trapo no aguanta dos embestidas tuyas, por mucha cuerda que me des.
Menuda diferencia entre el primer párrafo y el resto, me dejaste un poco triste. Pero me encanta es muy humanamente maravilloso.
ResponderEliminarMe encanta(s).
ResponderEliminaroh.
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