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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



viernes, 21 de enero de 2011

Sobre las melodías y los silencios

Llega un momento en tu vida en que te planteas lo que escapa a ella. Hablo de ese momento en que no piensas en la vida, en que no filosofas sobre el sentido de la humanidad, sino que empiezas a hablar de la muerte, y todos se tapan las orejas y prefieren escuchar su propia música. No sabes cómo llega ese momento hasta ti y, en el fondo, prefieres no saberlo, solo en tu balcón, mirando la noche y la vida intranscendentemente perenne de los que duermen, como la persona que duerme a tus espaldas, enredada en las sábanas tras un amor urgente, mal hecho, de pasión basura, de autoservicio, que mañana se irá a buscar el cielo en otros brazos, y te planteas cómo y porqué morimos, qué hay más allá del ensayo de esta melodía sincopada del vivir. Tocas una tecla, y otra, y otra más, de tu piel pianada, de tu cabello perfecto para tejer las cerdas burdas de un delicado violín que tramite sus notas entre la verdad y la mentira. Tocas la tecla de tu corazón bemol y entonces brotan da capo todas tus lágrimas retenidas, criadas mientras pensabas en la vida precisamente con el único objetivo de estrenar su obra de tristezas saladas en el momento en que repararas en la muerte. Piensas en las veladas románticas que te dejaste fuera de los límites de la partitura de tu biografía por no atreverte a iniciar esa melodía andante, ese diálogo allegro, con el tenor de turno, que te liberara de todas las tragedias de la ópera prima (y última, y póstuma) que es tu existencia. El miedo a vivir simplemente una zarzuela, una opereta cómica y previsible, sin sombras. Te das cuenta que en el fondo da igual de dónde venimos y a dónde vamos, nos debería bastar con saber dónde estamos, y ser felices con la banda sonora que nos haya tocado en el reparto de las agudas alegrías y las graves tristezas del planeta. Pero al mismo tiempo marchas fúnebres te acongojan y sofocan tu alma y, sin más, te tiras por el balcón. Y por fin llega el silencio que sigue a cada canción, el preludio negro antes de la gran obra que será la muerte, el final tranquilo que toda vida merece.

1 comentario:

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