Era ese sonido como de trompetas y saxos sonando en la noche eterna de aquella ciudad exótica a la otra orilla del mundo. Era el calor y la luz que flotaba en el ambiente y parecía densa, como notas de piano dejadas volar, salidas de las manos de un ciego que, en su invidencia, hubiera visto la luz de Dios. Como un carnaval en blanco y negro, un funeral de color, atravesando autopistas desiertas en el frío polar de una calurosa noche del desierto.
Tu llevabas un vaporoso vestido y yo una sonrisa propia de los años 20. Nos abrazamos y decidimos bailar al son del mapa de los sonidos de aquella ciudad tan extraña que nos abrazaba y nos hacía sentir como en casa, detenidos en un lugar donde no pasaba el tiempo y donde nada ni nadie podría acabar con la paz mediterránea que reinaba sin prisas. O eso creíamos.
Las bombas empezaron a caer tan rápido, rasgando en destellos de fuego el manto negro del cielo, precipitándose sobre el mar de abriles sin miedos que besaba los pies de la urbe, que apenas nos dimos cuenta cuando impactaron sobre nuestros sueños y nuestros cuerpos se dispersaron, separándose en miles de trozos, aunque no consiguieron separar nuestras manos, que volaron unidas por una fuerza mayor que la guerra hacia el infinito.
Corría el mes de marzo del 85 y tú eras mi primer (y único) amor, en aquella ciudad llamada Beirut.
Tu llevabas un vaporoso vestido y yo una sonrisa propia de los años 20. Nos abrazamos y decidimos bailar al son del mapa de los sonidos de aquella ciudad tan extraña que nos abrazaba y nos hacía sentir como en casa, detenidos en un lugar donde no pasaba el tiempo y donde nada ni nadie podría acabar con la paz mediterránea que reinaba sin prisas. O eso creíamos.
Las bombas empezaron a caer tan rápido, rasgando en destellos de fuego el manto negro del cielo, precipitándose sobre el mar de abriles sin miedos que besaba los pies de la urbe, que apenas nos dimos cuenta cuando impactaron sobre nuestros sueños y nuestros cuerpos se dispersaron, separándose en miles de trozos, aunque no consiguieron separar nuestras manos, que volaron unidas por una fuerza mayor que la guerra hacia el infinito.
Corría el mes de marzo del 85 y tú eras mi primer (y único) amor, en aquella ciudad llamada Beirut.
me gustaría haber vivido una historia parecida. :)
ResponderEliminarEscribes que es una pasada! y la música, estupenda. Me gustó este blog, te sigo.
ResponderEliminarun saludo!