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Id como una plaga contra el aburrimiento del mundo



martes, 23 de febrero de 2010

Buenos Aires

-¡Qué inmensa se ve la plaza de Mayo bajo el sol de agosto!
-Sin duda a las Madres les devió de parecer una plaza interminable.

Pasaron los minutos, habíamos caminado sin pausa por la ciudad y al sentarnos en el centro de aquella plaza no pudimos volver a levantarnos. No era el cansancio, no era que ya lo hubieramos visto todo, ¡qué tontería!, sería imposible en una ciudad así. En realidad era simplemente que habíamos llegado donde creíamos que teníamos que llegar. No lo habíamos esperado, no lo habíamos organizado, no lo habíamos elegido. Simplemente había surgido. Tanto divagar por el planeta en busca de un lugar donde sentarnos para dedicarnos un tiempo a nosotros mismos bajo el sol de agosto (o de septiembre, o de octubre...) y lo habíamos encontrado sin darnos cuenta, sin percatarnos, sin ser conscientes de ello. Las gaviotas sobrevolaban la ciudad trayendo la brisa de un mar que estaba más cercano de lo que nadie habría jurado, de un puerto donde volaban pañuelos blancos, de unas calles donde los pañuelos se ataban sobre la cabeza, de una ciudad con una historia infinita. Era como si derrepente se hubieran parado las horas, los minutos, los segundos... en aquella Plaza de Mayo. No era que hubiéramos caminado demasiado, no era que estubiéramos cansados, no era que hubiéramos visto ya la ciudad... simplemente habíamos encontrado el ombligo del mundo. De nuestro mundo.

1 comentario:

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