Antes de que el año se lleve a la tumba todos los momentos que no compartí espero que el tiempo me deje decir mis últimas palabras, si es que el delirio me lo permite. Brindemos:
Por los días que hubiera sido mejor no levantarse de la cama. Por las toses que las cenizas del recuerdo provocaron en las entrañas de mis pulmones. Por los pasos en falso que di en caminos ciertos. Por las inspiraciones que más me valdría no haber dado. Por todo el tiempo que me he quemado en los relojes de otros. Por los huesos duros de roer de mis sueños, que aún rotos, me han sacado de más de un apuro. Por mis (des)encantos. Por las miradas perdidas de gente que merecía más la pena en el vientre del transporte de esta amarga ciudad. Por las sonrisas que me dejé guardadas. Y por las que dejé escapar. Por lo fácil que le es a mi cabeza perderse entre las nubes. Por las palabras que he perdido intentando justificar a los demás, y por las que gané culpándome. Por las canciones tristes que nunca compondré. Por las experiencias, que eso nunca te lo quita nadie. Por las mentiras que cacé aún estando cojo del corazón. Por la ignorancia, estado en el que sólo se puede aprender. Por los tejados que empecé antes que el resto de la casa, y por la heridas al caerme del andamio de la esperanzas. Por los tesoros que encontré debajo de las X (y del resto del abecedario) y por el vacío que había detrás de la mayoría de ellos. Por el mundo que nunca tendré a mis piés. Por los silencios más elocuentes de la historia del ser humano. Por las noches que acabaron lejos de donde empezaba mi imaginación. Por las letras que no dejé en su lugar al escribir mi tragicomedia. Por los descosidos del alma. Por muchos brindis como éste, con bilis y copas rotas. Por ellos. Por ti. Por que todo esto ahora pertenece tan sólo a mí.
Lo buenos de los años, tan mezquinos, tan poderosos y prepotentes ellos, es que uno les sobrevive a todos. Menos al último. Tampoco iba a ser todo perfecto.